Miremos el quehacer diario, y tratemos de encontrar las posibilidades y las empatías necesarias para no quedarnos atrás. Precisamos fórmulas basadas en el quehacer diario, en no quedarnos solos, defendiendo que lo esencial salga adelante y funcione. No es fácil, pero hemos de intentarlo hasta conseguirlo.
La existencia ha de estar sometida a un constante escrutinio, y no con el afán de atosigar o presionar en ningún sentido, sino para darnos la ocasión de ir mejorando en base a las circunstancias que en cada momento vayamos viviendo. Vislumbremos el presente en pos del futuro.
No rompamos las líneas que nos pueden unir a la felicidad. Necesitamos bastantes dosis de energías, muchas, para dar con esa voluntad que puede ser salida hacia el tono celeste de un discurrir maravilloso entregado a las opciones fundamentales.
No es, ni mucho menos, malo que cuestionemos lo que hacemos cada día. Nos hemos de enfrentar a las razones y a las opciones que nos proporcionan los diferentes personajes que aparecen en nuestro entorno. Hemos de valorarlos. De todos podemos aprender, y a todos ellos hemos de darles entereza para que funcionen en ellos los elementos que consideramos cruciales.
Es preciso, sin duda, que escrutemos lo que sucede alrededor. Debemos intentar que nuestra guía sea la felicidad. Podemos acercarnos a ella, saborearla, compartirla, ser personas, en definitiva. Compensemos los esfuerzos. No dejemos que las brumas nos ganen las partidas.
No consintamos que nuestros pasos sean nulos. Prediquemos con ejemplos. Invirtamos nuestro tiempo en buenos propósitos. Nada justifica los medios empleados en función de un fin. No seamos egoístas. Las personas han de estar en el frontispicio de nuestras actividades. Preservemos los sentimientos. Seamos magnánimos y dignos en nuestro proceder.
Situemos los límites ante la sinrazón. No vivamos en paraguas que no nos sirven. Empleemos las palabras como bases de nuestras distinciones e intereses. Apaguemos los fuegos que se produzcan en el entorno. No apliquemos recetas insensatas e inservibles.
Por otro lado, hemos de cambiar para mejor. Nos debe gustar aquello que es considerablemente bueno para el colectivo. Pidamos opiniones, y pongámoslas en práctica. Los días no han de pasar en vano.
Sigamos con calma el curso cotidiano. Todo tiene su porqué aunque no siempre lo intuyamos. Ahuyentemos el miedo. Estudiemos los casos que se nos presenten y seamos previsores. Hemos de aprender cada día con mesura virtuosa. El estudio paciente ofrece óptimos resultados desde premisas que hemos de validar acudiendo a varias fuentes para conocer diversas opiniones e intenciones.
Hemos de circular por nuestras circunstancias vitales con los ojos abiertos y los corazones prestos a interpretar los vocablos pronunciados y los silencios que se produzcan. Empecemos sin celeridades y desarrollemos las indagaciones con el mismo sesgo. No hay prisa, no debe haberla, si hablamos de vivir, que ha de ser algo cierto, palpable e interesante. No todo es ganar, no todo es una aparente victoria.