El día que Hitler tomó el poder absoluto en Alemania, Karl Kraus se limitó a expresar: No tengo más que decir. Es mejor guardar silencio. Hay días en que uno piensa en esa posibilidad y se pregunta: ¿escribir para qué? Me ha ocurrido este viernes 23 de enero de 2015. La televisión oficial ofrecía los discursos de la convención política del PP. Comenzó Aznar. Siguió Cospedal. En los pasillos hablaron otros. Ante el regocijo del Ministro del Interior. Porque todos hablaron de terrorismo, de la lucha contra los terroristas, de que no exista el perdón, de que se revisen las leyes para establecer por primera vez en España desde hace casi cien años la cadena perpetua, extraño es que no incluyan la pena de muerte.
Ante esas palabras uno sale a la calle con temor. ¿A quién están matando en estos momentos, que actos terroristas se han sucedido en los últimos días de los que no se había enterado?. Todo parece estar en calma. ¿Habrá sido una falsa alarma? Y regresa a casa. Enciende la televisión
Y entonces contempla unas imágenes que le atemorizan, que le muestran que tal vez no estaban descaminados los que en el palacio de Congresos de Madrid hablaban, y de seguro continuarán hablando hasta que acabe la reunión, de terrorismo.
Porque en una pobre vivienda madrileña, una familia de emigrantes latinoamericanos que llevan más de una decena de años en España, y de la que se contempla a una mujer que tiene en brazos a una criatura de dos meses a la que intenta dar un biberón y otros dos niños pequeños, esta «parapetada» tras un miserable colchón y una nevera o lavadora apoyadas en la puerta de su casa mientras 50 policías armados hasta los dientes, como si estuvieran asaltando una fortaleza o palacio de invierno donde se refugian guerreros o dictadores de medio mundo, echan con fuertes golpes y disuasorios artefactos abajo la endeble puerta y penetran con sus poderosas armas y cascos y trajes de diseño para cruentas guerras que los protegen, en el estrecho pasillo y las pobres habitaciones en que se refugian los enemigos a quienes van a desalojar de su vivienda para mayor gloria de los bancos y empresarios que pagan a quienes aplauden entusiasmados a los que en esos momentos hablan de terrorismo.
Y comprende que palabras y actos tal vez este día 23 de enero de 2015 no anden tan distanciados unos de otros. Por eso considera que las palabras, hoy en día las más corruptas de la historia, conducen al silencio en el que se sumergió, poco antes de morir el autor de Los últimos días de la Humanidad.