El terror enloquecedor y el insoportable sufrimiento han abocado a muchos civiles en Alepo a una llevar existencia subterránea para escapar del bombardeo aéreo constante con el que las fuerzas del gobierno castigan las zonas en poder de la oposición, afirma un informe que publica hoy Amnistía Internacional.
El informe, titulado ‘Death everywhere’: War crimes and human rights abuses in Aleppo (“La muerte está por todas partes”: Crímenes de guerra y abusos contra los derechos humanos en Alepo), describe en detalle los horribles crímenes de guerra y otros abusos que las fuerzas del gobierno y los grupos armados de oposición cometen a diario en esta ciudad, y concluye que algunas de las operaciones del gobierno en Alepo constituyen crímenes contra la humanidad.
El informe traza una imagen especialmente perturbadora de la devastación y las matanzas que han causado las bombas de barril –cargadas de explosivos y metralla– lanzadas por las fuerzas del gobierno contra escuelas, hospitales, mezquitas y mercados abarrotados. Muchos hospitales y escuelas han buscado refugio en sótanos o búnkeres subterráneos.
“El sinnúmero de atrocidades, especialmente el bombardeo incesante y despiadado al que las fuerzas del gobierno someten a las zonas donde vive la población civil, han hecho que la vida para los civiles de Alepo sea cada vez más insoportable. Estos censurables y constantes ataques contra zonas de viviendas, señal de una política que pone sistemática y deliberadamente en el punto de mira a la población civil, constituyen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”, ha dicho Philip Luther, director del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional.
“Al atacar de forma incesante y deliberada a la población civil, el gobierno sirio parece haber adoptado una cruel política de castigo colectivo contra la población civil de Alepo.”
Ataques de las fuerzas gubernamentales con bombas de barril
Los ataques con bombas de barril –barriles de petróleo, tanques de gasolina o bombonas de gas llenos de explosivos, combustible y metralla que se lanzan desde helicópteros– mataron a más de 3000 civiles en la gobernación de Alepo el año pasado y a más de 11.000 en toda Siria desde 2012. El mes pasado, activistas locales denunciaron al menos 85 ataques con bombas de barril en Alepo que mataron como mínimo a 110 civiles. Sin embargo, el gobierno sirio no ha reconocido ni una sola víctima civil a causa de estos ataques, y el presidente Bachar el Asad, en declaraciones a los medios de comunicación en febrero de 2015, negó categóricamente que sus fuerzas hubieran utilizado este tipo de armamento.
Los supervivientes de los ocho ataques con bombas de barril que se documentan en este informe narran la espeluznante carnicería que presenciaron tras las explosiones, unas escenas que dejan claro el verdadero horror de estos ataques. “Había niños sin cabeza y pedazos de cuerpos por todas partes. Es como uno se imagina el infierno”, declaró un operario de una fábrica local describiendo el panorama que presenció tras el ataque contra el barrio de Al Fardous en 2014.
Un cirujano local afirmó que la gravedad de las lesiones causadas por las bombas de barril no tiene precedente: “Las bombas de barril son las armas más terribles y dañinas […] [Vemos] politraumatismos, intestinos fuera del cuerpo, muchas amputaciones: un catálogo de horrores”.
En uno de esos ataques, en junio de 2014, una bomba de barril cayó en un mercado abarrotado del barrio de Sukkari, donde había una cola de 150 personas que esperaban el reparto de cestas de alimentos procedentes de un punto cercano de distribución de ayuda humanitaria. Un testigo afirmó que el ataque iba dirigido contra la población civil y describió así el “puro horror” de los momentos posteriores al impacto de la bomba:
“Mataron al del puesto de helados, al que vendía bocadillos, al del puesto de juguetes […] Los mataron a todos”, afirmó.
En el informe se explica también el sufrimiento que supone para la población civil vivir bajo esta amenaza mortal y persistente.
“No tenemos sol ni aire fresco, no podemos subir fuera, y siempre hay aviones y helicópteros sobrevolando el cielo”, declaró un médico cuyo hospital, al igual que otros, tuvo que trasladarse bajo tierra. “Siempre estamos nerviosos, preocupados, mirando al cielo”, dijo a Amnistía Internacional un maestro de Alepo. Otro residente describió Alepo como “el círculo del infierno”: “Las calles están llenas de sangre. Las personas que mueren no son combatientes”, afirmó.
“Hay un claro sentimiento de miedo y desesperación entre la población civil de Alepo. Muchos habitantes de la ciudad se sienten abandonados y han perdido toda esperanza en el futuro”, ha dicho Philip Luther.
“Hace más de un año, la ONU aprobó una resolución en la que se pedía el fin de los abusos contra los derechos humanos y en concreto los ataques con bombas de barril, asegurando que habría consecuencias si el gobierno no cumplía. Actualmente, la comunidad internacional ha vuelto la espalda a la población civil de Alepo, mostrando su fría indiferencia ante una tragedia de derechos humanos que va en aumento.
“Los perpetradores de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad interpretan esta permanente inacción como señal de que pueden seguir manteniendo como rehén a la población civil de Alepo sin temor a castigo alguno. Si la situación de Siria se remitiera a la Corte Penal Internacional, se les transmitiría el mensaje de que quienes ordenan y cometen estos crímenes pueden ser puestos en manos de la justicia, lo cual contribuiría a frenar la espiral de abusos”, ha dicho Philip Luther.
Además de bombas de barril, el informe documenta también tres ataques con misiles de las fuerzas gubernamentales, entre ellos un devastador ataque contra una exposición artística infantil en la escuela de Ain Jalut en abril de 2014. “Lo que vi era indescriptible. Fragmentos de cuerpos infantiles y sangre por todas partes. Los cadáveres estaban destrozados” contó un maestro de Geografía, testigo del ataque.
Amnistía Internacional ha pedido a todos los bandos del conflicto de Siria que pongan fin a los ataques deliberados contra la población civil y los edificios o las infraestructuras civiles y que dejen de emplear armas explosivas poco precisas, como las bombas de barril o los morteros, en zonas pobladas.
Abusos cometidos por los grupos armados de oposición
Los grupos armados de oposición también cometieron en Alepo crímenes de guerra al emplear armas poco precisas –como morteros y cohetes improvisados rellenos de bombonas de gas, denominados “cañones del infierno”– en ataques que mataron al menos a 600 civiles en 2014. Según los residentes, los ataques de los grupos armados de oposición suelen ser “totalmente aleatorios”. “Nunca te sientes seguro, jamás. Te puede tocar en cualquier momento”, afirmó un residente del barrio de Al Jamaliya.
Tortura y otros abusos
En el informe se documenta también el uso generalizado de la tortura, la detención arbitraria y el secuestro, tanto por las fuerzas del gobierno como por los grupos armados de oposición.
Un activista pacífico que fue detenido por las fuerzas gubernamentales en 2012 por grabar en vídeo una protesta, contó que lo habían obligado a meterse dentro de una llanta de automóvil y lo habían golpeado con cables, provocándole cortes en la piel, y que por las noches oía los gritos de otras personas mientras las torturaban. “Más o menos entre las 5 y las 6 de la mañana se oían sólo los gritos de las mujeres. A las 7 de la mañana, los gritos de las mujeres cesaban y entonces se oía a los hombres. Los gritos estaban programados”. Este activista estuvo en la cárcel central de Alepo, bombardeada por ambos bandos y en la que cientos de presos murieron de hambre y algunos fueron ejecutados sumariamente.
Un hombre que había estado en manos de un grupo armado de oposición en Alepo contó que lo habían golpeado brutalmente, le habían aplicado descargas eléctricas y lo habían mantenido colgado por las muñecas durante largos periodos antes de dejarlo en libertad.
Amnistía Internacional ha pedido al gobierno que ponga fin a los arrestos y las detenciones arbitrarios y las desapariciones forzadas, y a los grupos armados que dejen de secuestrar civiles y tomar rehenes. Todos los bandos deben terminar con la tortura y otros malos tratos y tratar con humanidad a las personas detenidas.
Acceso humanitario
Además de soportar brutales ataques de ambos bandos, la población de Alepo vive en terribles condiciones y lucha diariamente para conseguir lo más básico, como alimentos, medicinas, agua y electricidad. En las zonas que están en manos de la oposición, el precio de los alimentos es prohibitivo y los residentes han recurrido a plantar sus propias verduras y criar conejos y gatos, que se han convertido en “la comida rápida de Alepo”, según afirma un residente. Amnistía Internacional ha pedido a todos los bandos que permitan a las agencias de ayuda humanitaria acceder sin obstáculos a Alepo y a toda Siria.