Crónicas alemanas
El tercer rescate a Grecia y sus consecuencias sigue coleando por la sencilla razón de que 86.000 millones, se mire por donde se mire, son muchos millones. Sobre todo cuando el país heleno ha recibido ya 250.000 millones de los dos rescates anteriores por parte de los países acreedores.
El último episodio (por ahora) ha sido la rebelión de parte de los diputados del Partido Demócrata Cristiano de la canciller Angela Merkel quien, para salvar los muebles y poder aprobar en el Bundestag o Parlamento alemán este tercer rescate ha dejado algunos pelos en la gatera de su imagen, al tiempo que ha tenido que emplearse a fondo encargando a su hombre de confianza, el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, quien defendiera dicho rescate, como así ha sucedido.
No obstante ello, 63 diputados votaron en contra, al tiempo que 17 se ausentaron y hubo tres abstenciones. Es cierto que de los 584 diputados presentes 453 votaron a favor, pero también lo es que a Merkel la arroparon en su viaje los diputados del Partido Socialdemócrata y Los Verdes. Por estas curiosas coincidencias que se dan en la política, resulta que han sido los socialistas en Alemania los que han ayudado a la canciller Merkel a salir adelante, como hace poco fueron también socialistas griegos, juntos a los de Nueva Democracia y Po Tami, los que ayudaron a Alexis Tsipras a salir del atolladero en que se encontraba tras la desafección de parte de sus compañeros de Syriza, que le habían dado la espalda.
También se ha dado en esta ocasión otra extraña coincidencia, y es que, de ministro a ministro, el de Finanzas alemán Wolfgang Schäeble, para algunos el político más odiado y al parecer responsable de todos los males que aquejan a Grecia, ha sido el encargado de defender ante el Bundestag un tercer rescate a favor de Grecia, en un momento en que la mayoría de la población germana no está dispuesta a seguir poniendo dinero. Por el contrario, el otrora aclamado por propios y extraños exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, ha dado la espalda, votando en contra de las medidas que pedía el primer ministro Alexis Tsipras para que su país pudiera seguir adelante, traicionando una confianza que se presumía duradera.
Si bien la canciller Angela Merkel sigue gozando de gran popularidad en Alemania, lo sucedido en el Bundestag o Parlamento ha sido un toque de atención de lo que pudiera ocurrir a medio plazo. Y ello por varias razones: en primer lugar, porque de esos 86.000 millones del tercer rescate Alemania va a tener que aportar 17.000 millones, en un momento en que Grecia le adeuda unos 50.000 millones de los rescates anteriores. Y eso es algo que tiene muy presente la ciudadanía, por lo que no está dispuesta a seguir por esa senda.
Por otra parte, a una población laboral de 42 millones de personas, muchas de ellas con trabajos minijobs, que se levanta a las cinco o seis de la mañana para ir a trabajar y que paga unos elevados impuestos para poder mantener su estatus económico y social y que se jubila a los 65 años, le cuesta mucho admitir que en otro país de la Unión Europea, en este caso Grecia, existan profesiones en las que se pueden jubilar a partir de los 53 ó 55 años, con argumentos tan baladíes como el estrés o trabajar con productos químicos, caso de peluqueros y otros gremios, amén de un funcionariado desorbitado.
La rebelión a bordo habida en el barco de Merkel ha sido solo un aviso de lo que pudiera ocurrir a medio plazo. No se trata de demonizar a nadie, de dividir a los ciudadanos de la Unión Europea entre los del norte y los del sur, entre vagos y trabajadores, entre ricos y pobres. Se trata de que cada país, cada pueblo, tiene su sensibilidad, que no tiene por qué ser mejor o peor que la de los demás, pero que es la suya. Y los alemanes son pragmáticos. Ni más ni menos.