La prensa y las redes sociales han difundido ampliamente en el mundo entero las imágenes de un comité de empresa de la compañía Air France, que terminó en dialogo de sordos y en violento tumulto, cuando fue anunciado por la dirección un plan de reestructuración que prevé 2900 despidos.
La indignación del personal de Air France, como sucede a menudo en esos conflictos, fue aumentando a medida que se quebraba el diálogo entre sindicatos y dirección. En el tumulto un dirigente de Air France y su DRH ( Dirección de recursos humanos) fueron empujados y perdieron sus chaquetas y camisas en el jaleo generalizado, mientras que como lo muestra la foto, un sindicalista de la CGT, Abel, les intentaba proteger de la cólera de la multitud.
El gobierno del socialdemócrata Manuel Valls, como la oposición de derechas, han manifestado inmediatamente su indignación ante la “violencia” sufrida por el responsable de la DRH y el otro dirigente que también perdió su camisa en el forcejeo: “es una acción de voyous” que pueden ustedes traducir por golfos o delincuentes, fue la frase del día de Manuel Valls. “Es la chienlit” que pueden traducir por porquería o vergüenza, añadió en una parca imitación del general De Gaulle el derechista Nicolás Sarkozy.
El incidente, que no tiene nada de trágico si se compara con la violencia social que significa dejar sin empleo a 2900 familias, fue inmediatamente “mediatizado” y exagerado para atacar el derecho laboral, hasta hoy bien protegido en Francia, y para mostrar la violencia del mundo sindical frente a esos altos cargos de Air France, cuyos salarios, dicho sea de paso, son más de cincuenta veces el salario mínimo de un empleado de base en la empresa.
Se olvidaron también de precisar los comentaristas que el propio PDG, presidente director general de Air France, gana entre salario fijo y primas diversas, un total de un millón doscientos mil euros por año, a mil años luz del salario mínimo, cifras que muestran los privilegios de unos frente a esos otros asalariados indignados ante la idea de quedarse en la calle. Cifras que permiten reflexionar sobre los términos de violencia y obscenidad.
Pero conviene añadir que ese expediente de regulación de empleo anunciado por Air France –como desvela Le Canard Enchainé esta semana- es tan solo la punta visible de un iceberg mucho más violento que prevé el despido de otros cinco mil asalariados a partir de 2017, una vez finalizado este primer plan. La amenaza se cierne pues sobre un total de 7900 familias, hombres y mujeres que llevan toda una vida trabajando en Air France.
A menudo la prensa busca hacer “símbolos” a través de las fotografías que pueden resultar espectaculares. Pues bien, cuando vi esa foto y los comentarios enardecidos que suscitaba, lo que me sugirió es que ese alto cargo que perdió su camisa no es sino un pequeño síntoma de la explosión social que habrá en este país, el día en que el poder neoliberal intente arremeter contra el nivel de vida de las clases medias, como lo ha hecho ya en Grecia, España o Portugal. La escandalosa ofensiva de socialdemócratas y liberales contra el derecho del trabajo en Francia no anuncia nada bueno para los años venideros.
Pues no hay que olvidar que Air France es una empresa que ha vivido años fastos y sus empleados han tenido en regla general buenas condiciones de trabajo, a no confundir con los privilegios de su dirección. El único responsable de la violencia es la ruptura del diálogo social y la tentativa de la dirección de Air France de enfrentar a unas categorías del personal con otras, es decir por un lado los pilotos y por otro el personal que trabaja en los aeropuertos, cuyas diferencias salariales son importantes.
Los verdaderos descamisados de esta historia son los que muestra en cambio ese dibujo publicado en la revista satírica Siné -escisión de Charlie Hebdo-, es decir los asalariados amenazados de despido por el ya anunciado plan de reestructuración, que fue la causa del tumulto en la reunión del Comité de empresa de Air France antes mencionado.
Pero no se alzaron indignados, ni Valls ni Sarkozy, cuando días atrás una azafata de Air France era alcanzada por un bote de humo, o cuando un manifestante del personal de la misma empresa era apaleado por la policía durante una manifestación de protesta.
No hubo entonces fotos sensacionalistas de esos incidentes. ¿Quién es el golfo, el delincuente, o el que trae la vergüenza?, ¿El que es despedido y privado del derecho al trabajo, o el que despide y sigue aumentando su propio salario? Recordemos que si la empresa es en efecto deficitaria, los salarios de los diez mas altos dirigentes de Air France aumentaron en 10 % al año, mientras que la masa salarial seguía siendo reducida.
Para terminar esta crónica indignada frente a la violencia de los despidos de que son victimas los verdaderos descamisados de ese jaleo, romperé una lanza por la empresa Air France, para precisar que la actual política neoliberal de la Comisión Europea ha creado una situación inadmisible de “competencia desleal” en el seno del mismo sistema económico.
Por un lado las compañías de Quatar, Arabia Saudí u otros países que practican una política de subvención estatal a base de millones de petrodólares para el desarrollo de sus compañías aéreas, y por otro las compañías europeas víctimas del liberalismo a ultranza, que corren y corren para ser competitivas, en plena desregularización del transito aéreo.
En virtud de la sacrosanta competencia mundializada se busca imponer a los trabajadores la precariedad salarial y laboral en Europa. Pero se olvidan de decir estos señores liberales que las cartas están marcadas –les dés sont pipés, dicen en Francia- en este juego sucio, violento y desigual, en el que las multinacionales y grandes empresas se reparten en secreto los segmentos del mercado, pisoteando la soberanía nacional de los Estados de derecho.