Torbellino de imágenes, las aguas rojizas del poderoso río, la jungla amazónica donde viví más de un mes, los altos árboles que apenas dejaban filtrar los rayos del sol, los sonidos incesantes y los cantos de las aves, la anaconda enroscada con su cría en la gran caja de mi amigo Thiago, los yacaré pagua, cruzando el río como troncos de árboles, el tamaño gigante de la papaya, las historias de desaparecidos, de magias y misterios, el indio y su familia que me albergaban en su choza, sus doce niños correteando conmigo en la selva, el revoloteo incesante del machete del padre, cortando las hierbas que debíamos coger, limpiando el conejo cazado, el pez enclavado en la lanza, el movimiento ambiguo de la canoa bajando por el río de correntadas intensas…mi experiencia en el Amazonas, un antes y un después.
“Quien conoce la Amazonia sabe que te quedas y te traga o te vas y tratas de olvidarla”. Asi me dijo el antropólogo francés Pierre (no recuerdo su apellido) que hacia seis años trabajaba con la Universidad, en varios proyectos, y que había auspiciado mi estancia en esos parajes para ayudar como asistente. Cuando uno está en el Amazonas, lentamente te va cubriendo la selva, el sopor, el tibio desgano, la somnoliencia tropical, el pertenecer a un mundo orgánico que tiene sus propias leyes. Solo te queda la sensibilidad ante la alerta del peligro.
Remontar el Amazonas es remontar la naturaleza, es despojarse de una civilización para entrar en otra: vi montañas gigantes, atardeceres rojos, embravecidas aguas, anacondas fluctuando junto al barco, empecé a saber lo que es sobrevivir, descubrí animales exóticos, gente indígena buena y mi propio origen latinoamericano, aunque sea parte europea, nacida en estos suelos, soy otra identidad.
Todo ese caudal de delirio salvaje y de ansiedad oculta volvió a mí ante este film simbólico y bello: “El abrazo de la serpiente”, presentado en GEMS, mini festival que está auspiciado por el Festival Internacional de Cine de Miami (MIFF) y que se lleva a cabo en la temporada otoñal de Miami.
GEMS esta configurado por un grupo de películas que fueron ganadoras en los Festivales de Berlin y Cannes, algunas candidatas al Oscar holliwoodense y otras, éxitos de taquilla en su país de origen.
Entre los filmes se encuentran: “Brooklyn”(USA) del director John Crowley que inauguró el festival, la famosa película chilena: “Los 33” de Patricia Riggen sobre el drama de los mineros atrapados en las minas de Copiapó. “The assassin”, producción de Taiwan sobre un drama chino del siglo IX. “El Club” (Chile), del director Pablo Larraín, mejor director del festival de Berlín. El film argentine “El Clan” dirigido por Pablo Trapero sobre la familia Puccio, que mereció el Premio del Público, entre las más destacadas.
Formando parte de estos filmes de selección, vimos esta producción colombiana, auspiciada, entre otras entidades, por el Instituto Nacional de Cinematografía Argentina, dirigida por el conocido cineasta colombiano Ciro Guerra y que completa, de alguna manera, una trilogía fílmica, con: “Los viajes del viento” y “La sombra del caminante”.
Es la primera vez que se filma en la región del Vaupés, con la colaboración de los indios cubeos, ocarinas, tikunas, y otras etnias. Basado en los textos del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg a (1872-1924), quien estuvo en el Amazonas colombiano en tiempos del caucho y su extracción.
A estos textos científicos de Koch se añadem los textos y fotos del biólogo norteamericano Richard Evans Schultes (1915-2001), quien también transitó esos parajes.
El guión es de alta calidad, filosófico, captando la esencia del alma indígena, respetuoso de una visión que desconocemos como hombres occidentales. El antropólogo Ignacio Prieto, nos situa en el contexto real desde otra perspectiva. No es un documental, es un film apoyado en una realidad del pasado, pero elaborado como ficción y que funde a esos dos científicos en un acontecer único. Puede llamarse de aventura o viajes, pero es un filme simbólico, el viaje es externo e interno y el develar el pensar indígena es un aspecto nuevo cinematograficamente y revelador para entender el choque de culturas y la incomprensión. Desde el viaje individual viajamos a la Conquista y la Colonización, desde el río Amazonas nos remontamos a primitivas culturas, hoy diezmadas. Vamos de una naturaleza virgen a una naturaleza degradada.
El filme de excelente fotografía, es en blanco y negro, recordando las fotos sepias de estos científicos. De pronto pensé en “Apocalipsis Now”, pero desde otra perspectiva. Porque este film de Ciro es desde adentro de nuestra esencia Americana, muy distinta a la europea, es desde dentro del sentir del indígena y desde el desconcierto del hombre blanco. Los indios de la región acompañaron este proceso de filmación, que es casi una experiencia antropológica, las tribus participaron en este proceso, aportando su visión. El actor belga JanBijvoet y el norteamericano Brionne Davis supieron comprender los roles difíciles y ambiguos.
La presencia de las hierbas y frutos, algunos considerados sagrados por sus efectos pscicodélicos, otros desencadenantes de ambición como el caucho, son móviles ocultos que fueron destrozando la región. El Amazonas de Koch, es distinto a la que yo viví y distinto a la que filmó Guerra. La denuncia de la destrucción surge como las aguas del rio, turbulentas y indetenibles.
El producto es este film extraño y simbólico, es una narración casi onírica, por momentos cruel, por momentos mística. El Viejo chaman, (y así son), totem de sueños y sabiduría, parece un Dios y su sapiencia es simplemente el dictado de la naturaleza.
Ciro Guerra esta creando un corpus visual de importante proporción no solo para la filmografía colombiana, también latinoamericana. “Una Mirada distinta”, desde la tentativa de comprensión de nuestro pasado geográfico e histórico y desde nuestra orilla oriunda, con una cámara precisa y una edición segura no pierde la tensión del relato que enfoca la noción de Latinoamérica desde “nosotros”, no los “otros”. Es un film inquietante como el propio Amazonas.