La venganza del hombre muerto (Dead Man Down), mezcla de géneros
El 24 de mayo de 2013 llega a los cines españoles la película La venganza del hombre muerto (Dead Man Down), un thriller dirigido por el sueco Niels Arden Oplev, autor de media docena de películas desconocidas fuera del ámbito de los países nórdicos antes de hacerse famoso por su versión cinematográfica del best-seller literario Los hombres que no amaban a las mujeres, e interpretado por Colin Farrell (Desafío total, Corrupción en Miami), Noomi Rapace, la hacker maltratada desde niña convertida en detective de Los hombres …., etc, y una Isabel Huppert desconocida, en un papel de madre que tiene muy poco que ver con sus anteriores trabajos en el cine francés, donde es una de las actrices-fetiche.
Víctor (Colin Farrell) es la mano derecha del señor del crimen Alphonse, quien vive amenazado por un asesino que está acabando con los miembros de su banda uno a uno. En medio de esta situación, Víctor conoce a Beatrice (Noomi Rapace), una misteriosa francesa que vive en su mismo edificio y por la que comienza a sentirse atraído. Pronto descubre que Beatrice no es la mujer que dice ser, sino la víctima de un crimen en busca de venganza. Pero ella también descubrirá que Víctor tampoco es el hombre que dice ser, sino alguien que pretende vengarse por la muerte de su mujer y su hija, años atrás. Y cuando estas dos personas heridas y obsesionadas se juntan, la intensidad de su relación les llevará a ejecutar un oscuro y violento plan de venganza.
Oscilando entre suspense, comedia y cine de acción, Dead Man Down –que significa el salto a Hollywood del realizador sueco- es una historia que tiene como escenario los bajos fondos de Brooklyn, Nueva York, un cuento de amor y venganza en el que todos los protagonistas guardan celosamente sus secretos; una narración trepidante más bien vaga acerca de los motivos que impulsan a actuar a cada uno. Mientras “el vengador” se dedica a diezmar en secreto a los caciques de su banda se enamora de la vecina del otro lado de la calle, a la que contempla desde el balcón de su apartamento (y viceversa) y conoce a su estrambótica madre, el espectador se enfrenta a una trama previsible a pesar del secretismo imperante, unos diálogos en ocasiones muy espesos y unos cuantas escenas de acción brutales; demasiado incluso.