“Como el gran moralista que es, Sorrentino ve a las personas como son pero las filma como podrían ser»
(Pierre Murat, Télérama)
Elegida por la Academia del Cine Europeo como la mejor película del año, La juventud, del italiano Paolo Sorrentino (Oscar 2014 por La grande bellezza, Il divo) ha conseguido también el premio al Mejor Realizador y el de Mejor Actor para el veterano Michael Caine (El hombre que quiso ser rey, la batalla de Inglaterra, El hijo del hombre, El caballero negro…), quien ha sabido acoplar perfectamente el paso de los años por su cuerpo con los papeles que ahora acepta interpretar.
La juventud es una especie de cuento optimista sobre el tiempo que pasa y que –premios aparte- está interpretado también por otros dos grandes del cine mundial: Harvey Keitel (Reservoir Dogs, Pulp Fiction, El piano, Gran Hotel Budapest…) y Jane Fonda (Barbarella, Descalzos por el parque, Gringo viejo).
Es primavera. Fred y Mick, dos viejos amigos cerca de los ochenta, pasan sus vacaciones como siempre en un elegante balneario a los pies de los Alpes. Fred, compositor y director de orquesta, está a punto de retirarse; ha decidido no volver a dirigir, ni siquiera conceder entrevistas, pero el azar quiere que la reina de Inglaterra quiera escucharle dirigiendo sus composiciones en la fiesta de su aniversario (y ya se sabe lo terriblemente difícil que resulta para un inglés negarse a algo que le pide Su Graciosa Majestad).
Mick, director de cine, se ha llevado a su equipo de guionistas y prepara lo que piensa será su última película. Los amigos saben que su tiempo se acaba, que en teoría es infinitamente menor que el de las personas que les rodean. Por eso, contemplan con curiosidad y ternura las vidas confusas de sus hijos, el entusiasmo de los colaboradores del cineasta, las vidas, tan ajenas de otros residentes del lujoso balneario, entre ellos una Miss Universo, mucho menos tonta de lo que pudiera pensarse, de las que tienen carrera universitaria y piensan aprovechar la coyuntura para fabricarse un futuro que no tenga nada que ver con el presente; o un sosias de Diego Maradona versión anticapitalista, con un gigantesco rostro de Carlos Marx tatuado en la espalda, incapaz de resistirse a una pelota.
Fred y Mick comparten recuerdos (divertidos, cínicos) y preocupaciones (la maldita próstata). Sorrentino da una lección de cine –que recuerda inevitablemente al Satyricon de Fellini, siempre Fellini como telón de fondo en el cine de Sorrentino- mientras juega elegantemente con estos ancianos maravillosos que ven como su sociedad agoniza y el tiempo se les desliza entre los dedos, lo mismo que el agua de la piscina del spa frente a la imagen de “la más guapa del mundo” tomando el sol desnuda.
La película consiguió una neta división de opiniones cuando su presentación en el Festival de Cannes 2015. Yo estoy con quienes la disfrutaron y siguen aplaudiendo el buen hacer de Paolo Sorrentino.