- Dígale usted a la policía que es transeúnte y le harán dormir bajo techo -le aconseja el guardia urbano al anciano mendigo que deambula en batín por las calles de Barcelona.
- No me acuerdo ya de qué es dormir bajo techo ni comer caliente -dice el anciano, que fuma impertérrito con la colilla colgándole de los labios y las manos en los bolsillos del batín.
- Pues dígale usted que es transeúnte y le harán dormir…
Este diálogo está extraído de la película Transeúntes, de Luis Aller. No sabemos en qué acabará este anciano, pero sí nos queda claro que los transeúntes tienen derechos que él desconoce, seguramente porque él es «del foro» y nunca pensó verse así.
Situaciones como ésta en ancianos, jóvenes solitarios y parejas disparejas, describen a la perfección cuál es el caos ciudadano en que viven estos Transeúntes, un caos que refleja lo efímero de la vida de cientos de seres humanos en su devenir particular y permite observarlos como si se abriera una gran ventana a la ciudad de Barcelona.
En ella, lo incompleto, lo fragmentario, lo anónimo, lo azaroso, lo inacabado, lo que se mueve… el caos, ahí está la esencia de Transeúntes.
Un caos que, sin embargo, en palabras de su director Luis Aller (León, 1961), costó muchísimo trabajo armar y «exigió una disciplina titánica» Transeúntes (2015) se empezó a rodar en el año 93, de ahí que en ella podamos reconocer, desde la más absoluta incredulidad pero con gran regocijo, a figuras que se han dedicado con éxito desde siempre a otros menesteres que el actoral, como el talentoso director de teatro Ignacio García, Nacho en la película, un joven motero que, con su pareja, busca convertirse en okupa.
Como Nacho, son cientos los personajes que se cruzan y se pierden en innumerables localizaciones de la ciudad de Barcelona, por lo que Transeúntes ha supuesto un reto de producción y ha contado con la participación de actores y técnicos de varias generaciones. Los intérpretes más destacados son María Galiana, Sergi López, Santiago Ramos y Roger Coma.
En Transeúntes, la ciudad entera se despliega como un mapa de vidas cruzadas, pero también como un abanico en que todo se ordena y encaja, como si todos se vistieran de domingo para llegar «por fin» a ese final.
Rodada inicialmente en 35 mm, sus más de siete mil planos de montaje mezclan todos los soportes cinematográficos, formatos y texturas, y el espectador, inerme en su butaca (la película se podría ver perfectamente bailando), se ve acosado por todos ellos en loca sucesión que enfría los pies y el alma pero calienta la cabeza.
Las historias son percibidas como piezas incompletas que cobran todo su sentido al mezclarse con otras, también incompletas.
Lo cierto es que si uno supera el bombardeo de imágenes de los primeros minutos y aguanta estoicamente la aparentemente desquiciada sucesión de instantáneas sobre su cara, el mosaico inicial que lo ametralla lo acabará subyugando y, a fuerza de guiños identificativos, conseguirá hacerse con unos cuantos protagonistas inolvidables cuyas peripecias agónicas le acabarán arrastrando hacia un final mucho más armónico que el principio. Un final, digamos, habitable aunque igual de caótico.
Porque todo encaja en Transeúntes, si bien de una forma «catastrófica» en el sentido griego del término. Es como si lo que vemos cada día en pequeñas dosis a nuestro alrededor (trabajo precario, búsqueda inútil, trampas para ingenuos, ayudas que son condenas, tiranuelos aquí que son víctimas un poco más allá, desahucios y abusos que acompañan) lo viéramos discurrir con frenesí imparable dándonos una mayor sensación de verdad que la verdad misma. Para decirlo con la sabiduría del zapatero, «así está la cosa… y así la cosa está».
Por todo ello, Transeúntes ha resultado ser un largometraje originalísimo cuya première internacional tuvo lugar en la Sección Oficial del Festival BAFICI, donde obtuvo el Premio FIPRESCI ‘Resistencias’ de la 12ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Aquí el jurado la definió al darle el premio como «Increíblemente trabajada y que recupera una tradición casi perdida en el montaje». Por todos estas características, Transeúntes es una película constructivista, múltiple, atomizada, cósmica, fruto de un minucioso trabajo artesanal.
También ha participado en la Sección Oficial del Festival Márgenes.
Luis Aller (Toral de los Vados, León, 1961) es un prestigioso profesor de cine. Con su primer film, Barcelona lament (1990) recibe el Premio Sant Jordi a la Mejor Ópera Prima. En 2009 funda la escuela de cine Bande à Part en Barcelona, donde ejerce de director y da clases. Transeúntes, su segundo largometraje, es una producción de El Dedo en el Ojo con la colaboración de la Escuela de Cine Bande à Part.