Clave Intelectual publicó hace unos meses este valioso librito de Ignacio Ramonet, Internet y el imperio de la vigilancia1, que como todos los del reputado periodista contiene observaciones críticas muy agudas y atinadas sobre la era de Internet y lo que este fenómeno comunicacional -de inventiva militar- ha traído consigo para configurar lo que el autor califica sin desmesura alguna como imperio de la vigilancia.
Según Ramonet, tras la oleada de grandes atentados que han tenido lugar en los últimos quince años y que ha sumido en el terror a grandes ciudades como Nueva York, París, Brusleas, Boston, Casablanca o Ankara, las autoridades gubernativas no han dejado de utilizar el enorme pavor de una sociedad en estado de shock para intensificar la vigilancia y reducir, en igual proporción, la protección de nuestra vida privada.
El periodista quiere que se le entienda bien: el problema no es la vigilancia en general, con la que un Estado democrático debe contar con el apoyo de la ley, sino la vigilancia clandestina masiva a la que se propende desde las nuevas y sofisticadas tecnologías de la información.
En la era de Internet, el control del Estado puede alcanzar dimensiones alucinantes, por lo que es conveniente no perder el rastro de lo que decía Benjamin Franklin, uno de los padres de la Constitución de Estados Unidos: «Un pueblo dispuesto a sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad no merece ni una ni otra. Y acaba perdiendo las dos».
La defensa de la vida privada, cuya valor correría el casi seguro riesgo de perderse en una sociedad vigilada, es indispensable para que no se produzca lo que la filósofa Hannah Arendt llama auténtica calamidad existencial. En su libro La condición humana, Arendt resalta los peligros que para la democracia representaría una sociedad en la que no haya distinción entre la vida privada y la vida pública. Eso sería el fin del hombre libre, con el consiguiente derrotero hacia nuevas formas de totalitarismo.
Internet ha revolucionado los campos de la información y de la vigilancia. De eso se benefician una serie de empresas privadas: Google, Apple, Faceboook, Amazon y Microsoft. Todas se lucran con la explotacion de nuestros datos personales, que continuamente son transferidos a la National Security Agency (NSA), la más potente y secreta de las agencias estadounidenses de información. Ésta, simultaénamente, con el pretexto de luchar contra el terrorismo, posibilita que los gobiernos se erijan en Big Brother, transgrediendo sus propias leyes para espiar a los ciudadanos. La NSA depende del Pentágono y opera en todo el mundo. Era una organización tan secreta que la mayoría de los estadounidenses desconocía su existencias hasta la exhibición del film Enemigo público en 1998 y las posteriores revelaciones de Edward Snowden, a las que Ramonet dedica todo un interesante capítulo.
Complementan el libro dos largas entrevistas con Julian Assange y Noam Chomsky. La primera con el fundador de WikiLeaks fue realizada por el autor en 2014 en la embajada de Ecuador, donde Assange encontró asilo político hace varios años. Ramonet plantea algunas de las cuestiones que Assange trata en su último libro, Cuando Google encontró a WikiLeaks, entre ellas cómo Google (Facebook, Amazón, etc) nos espían y estas empresas trnsmiten esa información a las agencias inteligencia USA.
En la interviú con Chomsky, realizada en marzo de 2015, el profesor norteamericano coincide con Assange y Snowden en relación con la sociedad de vigilancia. En su opinión, las empresas privadas que dominan Internet nos vigilan tanto o más que las agencias de inteligencia estatales.
*Ramonet, Ignacio: El imperio de la vigilancia. Ed. Clave Intelectual, 2016.
El «reputado periodista», es en realidad un ideólogo de catecismo que ve el mundo sólo desde su presunta verdad; internet -vieja fábula «progresista»- no fue militar (y si lo hubiese sido, ¿qué?) sino científica, y respondía a la necesidad de comunicación entre universidades,. académicos y etcéteras similares. la ideología es como ser católico.
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