La sor-pressa tuvo lugar cuando todo lo que era un sondeo se convirtió en escrutinio. Lo cierto, o lo que es del todo cierto, es que los españoles encuestados a pie de urna mintieron.
Ciertamente hubo tensión. Rostros amables y sonrientes por parte de los que creían haber dado un vuelco a esta España nuestra. Y no sucedió. Cuando comenzaron a abrirse las urnas los nombres iban cambiando de color. La palabra prudencia, reiteradamente dicha por los colegas fue la que hizo que todo lo que fuera planificado, no tuviera ni la menor identificación.
Nadie sabe cómo pasó, pero lo cierto es que horas antes, el Brexit dio la cara triste de un referéndum poco pausado, de un voto sin acierto y de unas consecuencias demoledoras. Ciertamente España volvió a decantarse por lo malo conocido; dos partidos, uno de derechas y otro de izquierdas y los nuevos, los de colores morado y naranja respectivamente se fueron tornando verdes de ira y empezaron a desaparecer bajo su propia estela. La fragilidad de un catalán que quería cambiar la nación y la apuesta populista y absolutamente histriónica de un profesor de políticas que quiso sentarse en vaqueros en La Moncloa, no tuvieron éxito.
De nada han servido las campañas del todo vale ni tampoco que casos y cosas relativos a la corrupción se pusieran encima de la mesa. Eso está ahí; ha salpicado y mucho a muchos gobernantes, algunos ya en la cárcel y lo que te rondaré, morena. Pero hoy, a pesar de todo, Rajoy vuelve con sus 60 años a ser una apuesta sólida para un país que ya conoce el hambre, el miedo y la sinrazón. No queremos algo nuevo; eso del malo conocido es cierto y es también muy español que bueno por conocer. ¿Quién era mejor que él?
La cuarta potencia económica de esta Europa que ahora se ve amenazada comienza a dar visos de estabilidad cuando hace solamente unas semanas tras una inestabilidad ya casi crónica, unos índices de paro exagerados, una población desencantada, hacían presagiar los peores datos de la historia de un partido teñido por los que han sabido lucrarse a costa del mismo. Un edificio con balcón incluido, reconstruido con dinero de la caja B, un contable en la cárcel y varios mandatarios que han sido expulsados por meter la mano y la pata no han sido suficientes argumentos. La otra cara de la recuperación lenta de un país cuyos habitantes ya conocen muchos el estado de la pobreza, pero ¿cuál era la otra opción?
Han tardado seis meses en no llegar a ningún acuerdo; una pérdida de tiempo, de energía y sobre todo de mensajes claros. Una ciudadanía que ha visto lo peor de cada uno, y quizá lo mejor de unos pocos, y sobre todas las cosas, el hartazgo de los que se lo llevan muerto y hoy tienen que devolver el iPad porque no ya no tienen silla ni privilegios; no pudo ser.
Ahora comienza lo bueno; la ronda de consultas que hará Su Majestad el Rey y a lo mejor, si esto lo remedia alguno, un pacto para que sea posible una investidura y por tanto un gobierno normal antes de que llegue agosto, frío en rostro y a descansar que ya hemos hecho mucho.
La temida inestabilidad por la que hoy pasan los británicos se ha visto colmada de paz en una jornada en la que todo eran apuestas. Ni el fútbol de la Eurocopa ni la mejor de las películas hubiera hecho cambiar los destinos de lo que hoy entendemos como jornada electoral. No sé si muchas personas se hubieran imaginado a un presidente del gobierno en zapatillas ni tampoco coleta en ristre hubieran soñado con ser representados por él.
Tampoco con uno que habla de cambio cuando el propio cambio ha tenido lugar entre sus filas; Susanita pasa al otro lado del puente de Triana porque JuanMa, el hombre que supo esperar su turno, le resta el protagonismo necesario acaso por esos votos de más.
Y un Albert que lo mismo rema pá allá que pá acá. No sé si esto es España, lo cierto es que no vota ni Perry, solamente 18 millones de personas frente a otros 18 que se quedaron en casa esperando que cualquier tiempo pasado fuera necesariamente mejor. Ni la crisis, ni las colas del hambre, ni la corrupción, ni las conversaciones off the record, ni todos los casos de chorizos han evitado que se volviera a ese refrán que reza, más vale malo conocido, que bueno por conocer.
Elvira se llevó el beso del agradecimiento. Viri, la paciente esposa que calla, otorga y siempre está en la sombra. Un Rajoy que no sabía ni decir mú porque entre sus planes no estaba salir descamisado a dar las gracias. Le ayudó el cartel y los continuos cantos que iniciaron los simpatizantes, “cómo no te voy a querer….”, “yo soy, español, español, español” y ya con eso y unas cañas, tuvimos bastante.
Esto es España. Ya es casi julio, azota el calor abrasador y las cosas, aunque tenían muy mala pinta, siguen como estaban. A ver si la vida pone a cada uno en su sitio; no ha habido cambio, ni sorpressa, ha habido sorpasso, pero uno grande que se llama democracia y los que han hablado son los del pueblo, los que tienen la mano de cambiar el destino de España. Seguimos en lo de toda la vida; ora PP, ora PSOE. Como verán, éstos últimos como se descuiden desaparecen. Que se lo digan a los de izquierda Unida que unidos no han podido y ya se pueden desunir para que sus siglas sigan siendo las de izquierdas, las de las del puño en alto. Ahora se le han bajado todos los puños, los suyos y los del primo que le vendió la moto para unirse. Volverán las oscuras golondrinas, de tu balcón, sus nidos a colgar…
¡Ay España! ¿Qué tiene que pasar para que algo cambie? Necesitamos uno que mande, y ya, a estas alturas del disco nos da igual cuál. Lo cierto es que el Ibex vuelve a los números rojos. ¿Acaso la economía se tambalea ora por la Gran Bretaña ora por esta España nuestra?