Las algo más de cien páginas de que consta el número doble de El viejo topo, correspondiente a los meses de julio y agosto de 2016, contienen un sumario más que interesante que indudablemente atraerá la atención del lector.
Se abre con el artículo de Noam Chomsky, publicado en la revista Z en diciembre del año pasado, referido a la presidencia de Ronald Reagan, periodo que el candidato republicano Donald Trump ensalza por su grandeza, aunque el reputado filósofo y lingüista califique al inquilino/actor de la Casa Blanca como uno de los mayores criminales de la era moderna. Sobre esa Grandeza de América versan también unos pasajes de la obra de Noam Chomsky y Edward S. Herman Washington y el fascismo en el tercer mundo, que también se incluyen en el artículo.
Del mismo modo que la esclavitud y el racismo institucional pudo ser racionalizado y reconciliado con la idea de Estados Unidos como una tierra de libertad e igualdad de oportunidades, la llamada conexión Washington -se afirma en el texto- y la extensión del terror por el Tercer Mundo pueden conciliarse con un EEUU preocupado por los derechos humanos mediante una combinación de distracción, prevaricación y negación de la realidad. Conseguir este resultado sin que haya una censura explícita al gobierno es una de las genialidades del modo de vida occidental. El supuesto compromiso de EEUU con la democracia y los derechos humanos es puramente retórico y se opone directamente a la política real. La Comisión Trilateral considera la participación ciudadana en la toma de decisiones como una amenaza a la democracia.
Ana March firma la larga entrevista con el filósofo y profesor de la Universidad de Nueva York Eduardo Subirats, quien desde hace más de treinta años reside fuera de España y que recientemente acaba de publicar La recuperación de la memoria (Ed. Montesinos). La interviú tiene mucha enjundia y trata sobre los asuntos más recurrentes en los libros de Subirats: el totalitarismo de la razón, la necesidad de reforma de la conciencia histórica, el hispanismo en Norteamérica, mito y literatura, la cultura académica e industrialmente administrada, España… Para el profesor catalán, la función de todo intelectual –incluso los que tienen oficinas en la megamáquina académica- es investigar y comunicar lo verdadero. Estima Subirats que el concepto de Europa se vivió en España como la entrada de un turista con una chequera repleta. Según él, la sociedad del espectáculo eleva la mentira a verdad y transforma lo más vil en dioses de mercado.
Se me hizo breve, por interesante, la entrevista que Eduardo Luque sostiene con Ahmad Badreddin Hassou, gran muftí de Damasco, a quien califica en el titular como la voz del pueblo sirio. Según el periodista, la concepción que la máxima autoridad religiosa de aquel país tiene sobre la relación entre religión y sociedad civil hace recordar los principios teóricos de la separación de poderes de Montesquieu. Siria, en palabras del Gran Muftí, es para todos, no para musulmanes y cristianos, y nos alerta sobre la afluencia de voluntarios europeos al escenario de la guerra en aquella nación, y la influencia que en ello tienen las subvenciones de Arabia Saudí y Qatar a los imanes de las mezquitas, de modo que las mezquitas europeas se están convirtiendo en fuentes de fanatismo, como ocurre con algunos centros coránicos de España. Para Ahmad Badreddin, las diferentes expresiones religiosas han sido, son y serán elementos centrales de la estructura del estado sirio.
De resaltar es asimismo, en el número 342-343 de la citada publicación, el artículo firmado por Tarika Bouafia Un mundo cada vez menos igualitario, en el que se comentan algunos aspectos del demoledor informe de Oaxfam sobre el crecimiento de la desigualdad, y donde constan para el caso los 100 000 millones de euros que le corresponden a España por evasión fiscal, a los que hay que sumar 40 000 millones más por otras corrupciones. La clase política -según el autor- no es más que el garante institucional y político de la clase pudiente.
En Impuestos: mitos y propaganda, firmado por Ricardo Rodríguez, se hace un breve recorrido por nuestro sistema tributario, y en Al otro lado de la Historia, escrito por Antonio Fernández Ortiz, se da la oportuna y necesaria réplica a unos artículos publicados en El País en los que se ignora el papel jugado por la URSS en la Segunda Guerra Mundial, aunque ese lamentable olvido afecte a 27 millones de muertos, muchos de los cuales fueron asesinados a sangre fría.
Finalmente, dos colaboraciones sobre literatura completan lo mejor de este excelente número doble de la revista. Una, de Nicolás González Varela, nos habla de un joven Borges anarco-comunista, cuando callejeaba por Sevilla con sus amigos ultraístas , y otra de Higinio Polo versa sobre Nikolái Gógol, quien quemó la segunda parte de sus Almas muertas -su más exitosa obra- antes de dejarse morir de hambre en febrero de 1852, aquejado por una enfermiza hipocondría que le llevó a considerar inútil todo lo publicado.