El mundo se sumerge en la tontería; ora cazo Pokemons, ora no pienso porque estamos a cuarenta grados, es verano y total, no hay que hacer mucho. Si a esa sensación de desamparo le sumamos lo que las personas necesariamente quieren, suponemos, que de una u otra forma estamos sometidos a un modus vivendi que ni siquiera hemos elegido, o sí.
Es cada vez más frecuente ver a adolescentes juntos con una bicicleta pendientes de su estado, no emocional, no, el de Facebook. Otros, que tienen alegría o no, según la cantidad de “likes” o me gusta que han podido recibir de propios y extraños. Y muchos, la mayoría o yo diría, todos, viviendo en un lugar que no es el que parece; es el otro, el de puertas para dentro, o mejor dicho, de móvil para adentro. Con esas otras personas que no están y en el caso de estar, serán sustituidas de igual forma por las que estuvieron presentes alguna vez.
También observo cómo en restaurantes, cafés, o lugares en donde la gente paraba a departir, a tomar un helado o a almorzar, las personas se callan, no hablan, no dicen nada porque en su universo virtual están con otros, con los otros; esos fantasmas que son más importantes que su prometido, su amigo, su hijo, llegado el caso. Conversaciones virtuales que sustituyen a las auténticas, a las que nos pertenecen como seres humanos. Y va a más. El silencio inunda las estancias que en otro tiempo eran lugares de bullicio y ahora nos conformamos con sentarnos, pedir la comanda y en un segundo, meternos en el universo que todo lo da pero que todo quita; amor, comprensión, abrazos, realidad, en definitiva, un esbozo de vida que en otro tiempo era una forma de vivir, y hoy, es una ocasión especial.
Padres que ya no saben qué decirles a sus hijos; hijos, que solamente hablan a través de un aparato y relaciones que no son consistentes porque nunca lo fueron. Lazos rotos, sesgados o casualmente unidos porque todo es casual, circunstancial, todo obedece a la vida irreal en donde nos hemos instalado sin querer, o queriendo.
En la otra cara del verano, atrás quedaron los yates, los lujos y las exhibiciones de cómo pasarlo bien. Ahora el país, todo él, desde los reyes hasta el último mono, espera. Todos esperan a ver qué sucede, qué está pasando, qué podría suceder cuando observamos cómo medio continente está vapuleado por el terror y el otro medio, muerto de miedo. Miedo ante la barbarie y la sinrazón. Ante el espectáculo de la manipulación de chicos que en nombre de Dios pierden la vida para buscar la paz. Terrible escenario pero real, llegado el caso. Cuatro días de horror, primero en un tren un hombre entra con un hacha, a los pocos días, en un centro comercial, posteriormente, asesinan a una mujer embarazada y finalmente en un festival amenaza, miedo, terror. “Nunca más volveréis a dormir tranquilos” predijo un chaval antes de inmolarse a los 27 años.
¿Es Internet el que ha hecho toda esta revolución? No hay que pasar por alto que del escenario uno en donde los chicos ya no se relacionan, no adquieren hábitos que en otro tiempo pertenecían a la raza humana, hoy, en el escenario dos, otros jóvenes son captados cuando aún no se han formado y son capaces de perder la vida en nombre de Dios. Hablamos de comunicación, de conceptos, de llegar a las personas y de llegar a destiempo a ese lugar llamado mundo en donde todos, sin dejar uno, esperamos un mundo mejor.
No hay que olvidarse que todos los que describimos el horror, dormimos cómodos, tenemos la tecnología punta y solamente con un botón tenemos todo. En el otro lado del mundo sigue la hambruna, los refugiados que no tienen hueco, los ahogamientos por ir en patera y el dolor de colectivos a los que no les ha llegado ni un minuto de paz.
Y en medio de todo este mundo, un lugar, Cracovia en donde existen otros jóvenes llenos de expectación, que también esperan, esta vez, a una persona; es el Santo Padre, el papa Francisco. Un hombre que ha llegado a todos de todas las formas posibles; los que creen y los que no, los que sufren y los que no, los que aman y los que no. Y será hoy en donde todos, verán por fin que la JMJ 2016 ofrece otro mundo en donde llega la paz, el amor y el dar al prójimo en el Año de la Misericordia que iniciara Francisco. Esa alegría transmitida por las sonrisas de los que van a llegar a un encuentro de miles de jóvenes católicos, procedentes de todo el mundo, para celebrar la fe en Jesucristo y el compromiso de construir un mundo nuevo.
Un 26 de julio, día de los abuelos, San Joaquín y Santa Ana, la JMJ, país natal de San Juan Pablo II quien puso en marcha estas Jornadas Mundiales en 1984 quizá veremos que no está todo perdido, que no es la juventud la culpable de todo como muchas personas dicen, que ellos también tienen mucho que enseñarnos, quizá hoy, solamente una cosa, que otro mundo es posible; será posible, esperamos que lo sea.