Si el lector se toma la molestia de leer en la página del Defensor del Pueblo (DDP) lo que el tal es, al menos teóricamente, encontrará lo que sigue: «El DDP es el Alto Comisionado de las Cortes Generales encargado de defender los derechos fundamental y las libertades públicas de los ciudadanos mediante la supervisión de la actividad de las administraciones públicas». Y más adelante también se dice: «Desempeña sus funciones con independencia e imparcialidad, con autonomía y según su criterio. Goza de inviolabilidad e inmunidad en el ejercicio de su cargo».
Para que no tengamos ninguna duda acerca de los criterios que en algunas circunstancias guían a esa institución llamada Defensor o Defensora del Pueblo, a la que hace varias semanas se dirigió la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) al objeto de formular su queja sobre unas frases pronunciadas por el rey en su discurso de Nochebuena del año pasado, la oficina del Defensor ha manifestado en una carta que no procede la intervención de esta institución sobre la cuestión planteada, al no formar parte la Jefatura del Estado de la Administración.
Como se recordará, Felipe VI hizo suyo un argumento empleado por los sectores más conservadores de la derecha española contra las reclamaciones de las víctimas de la dictadura: Son tiempos para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas, dijo el rey y escribió seguramente alguien muy próximo a los viejos rencores del antiguo régimen. La queja de la citada asociación, que desde hace 16 años busca e identifica a los desaparecidos de la dictadura, expresaba que una jefatura de Estado no electa debe ser especialmente meticulosa en su deber de representar a toda la ciudadanía y en especial a aquellos que reclaman el cumplimiento de los Derechos Humanos.
En la misiva dirigida al Defensor del Pueblo por la ARMH se le recomendaba a esa institución que hiciera llegar a la Jefatura del Estado el respeto que se merecen las familias de los 114.226 desaparecidos durante el viejo régimen. Se hacía constar, además, la discriminación que sufren las víctimas del franquismo con respecto a las del terrorismo, a las que el Jefe del Estado se ha dirigido siempre con el máximo respeto y a las que jamás les diría que no agiten viejos rencores ni heridas cerradas.