¿Se puede hacer una película con una actriz y un teléfono solamente? Se puede, claro, incluso con la actriz sola (con el teléfono como único protagonista sería más difícil). Pero se corre el peligro de aburrir al espectador.
“La chica desconocida” (La fille inconnue), escrita y dirigida por los hermanos belgas Dardenne (Jean-Pierre y Luc, multipremiados en los festivales europeos, “El secreto de Lorna”, “El niño de la bicicleta”, “Dos días, una noche”…), es un drama social protagonizado por una joven médico (Adéle Haenel, “Suzanne”, “Les combattants”) y su teléfono móvil, a través del cual no solo recibe avisos de pacientes sino que intenta desentrañar el misterio de una chica que aparece muerta en la calle, después de haber llamado a la puerta de la consulta.
Jenny, una joven médico de familia, se siente culpable por no haber abierto la puerta del dispensario a una chica, que poco después aparece muerta y a la que resulta imposible identificar. No ha respondido a la llamada porque ya se había pasado la hora de consultas. A pesar de ello, la culpabilidad le lleva a fijarse como objetivo descubrir la identidad de la chica, para impedir que sea enterrada en el anonimato y desaparezca como si nunca hubiera existido. Incluso renuncia a un puesto en una prestigiosa clínica privada para permanecer en el barrio, popular y desamparado donde ha ocurrido el incidente, y continuar su investigación. En la búsqueda de respuestas, que acaba convirtiéndose en una obsesión, se topa con testigos poco agradables e incluso agresivos.
En esta ocasión, los hermanos Dardenne no han hecho una gran película, han contado una historia de barrio de forma rutinaria y con mucha moralina, con poco ritmo y llena de consideraciones psicológicas, que difícilmente atrapan. Una especie de investigación policial y al mismo tiempo moral, conducida por una joven médico, que da como resultado una narración torpe y poco inspirada en la que sobresale la presencia de la actriz Adèle Haenel, en el personaje de la doctora tozuda que no abandona el objetivo que se ha impuesto, mientras sigue recibiendo y atendiendo a sus pacientes diarios, con una serie de gestos repetitivos y banales que sin embargo transmiten hasta qué punto comprende el sufrimiento y se esfuerza por aliviarlo.
Sobria y sin sorpresas, como todo el cine de los Dardenne, “La chica desconocida” no es solo una película de género sobre la culpa: también sobre la identidad, mejor sobre el juego de las identidades, al situar cara a cara a una chica migrante, africana, muerta estúpida y accidentalmente mucho antes de lo que le tocaba, con la joven profesional belga entregada a un trabajo que no abunda en momentos felices.