Acaba de aparecer en los quioscos en forma de cómic un personaje mítico para millones de españoles que lo tuvimos como héroe de referencia en nuestra infancia y juventud. Se trata de El Capitán Trueno que, sesenta años después de su nacimiento, vuelve para recordarnos que un día ya lejano millones de barbilampiños lo leíamos semanalmente con avidez porque, como dice Jesús Cuadrado en su “Diccionario de uso de la historieta española (1873-1996)”, “los tebeos eran el cine de los pobres”.
Han pasado pues 60 años de lo que un día se denominó como el tiempo de “nuestro florido pensil”, aquellos años cincuenta-sesenta o de la memoria de nuestra escuela nacional católica, apostólica y romana. El Capitán Trueno nacería un 4 de mayo de 1956 de la mano de Víctor Mora como guionista y Ambrós a los pinceles, quien supo plasmar en sus cartulinas o dibujos a un héroe que encandilaba a propios y extraños.
Porque Trueno sería diferente a todos: un cruzado español, pero español hasta las cañas hecho de una pieza, de los que entraban cinco en la media docena; noble, valiente, arrojado, siempre dispuesto a desenvainar su flamígera espada contra el infiel, moros y sarracenos despreciables ellos, infieles al fin y al cabo, que ante tanta bravura nada tenían que hacer con sus torcidas cimitarras. Eso sí, ayudado por sus compañeros de aventuras: el gigantón Goliath, que además de valiente era tuerto, por lo que siempre llevaba un parche en un ojo que le daba su encanto; y junto a ellos también estaba Crispín, un jovencito rubio y bien parecido al que jamás se le conoció “desliz” mujeriego alguno, porque la censura no lo hubiera permitido, aunque algunas lenguas de doble filo de entonces insinuaban, malévolas ellas, que tal vez perdiera un poco de aceite…
Junto a esta valiente pléyade de bravos caballeros españoles no podía faltar una dama, faltaría más, y ahí estaba la bella Sigrid, princesa o reina nórdica, sueca, danesa o noruega ella, eso daba lo mismo, porque lo importante es que Sigrid era guapa, rubia nórdica, la novia en sueños de cientos de miles de jóvenes, pues el comic de El Capitán Trueno, comenzando con una tirada de 30.000 ejemplares quincenales, llegó a superar la tirada de un millón al mes. Mujer de una pieza, obediente como mandaban los cánones, siempre al lado del héroe, pero eso sí, dentro de un orden, porque tanto guionista como dibujante llegaron a tener problemas con la censura por situar a una dama, aunque fuera en dibujos, fuera del orden establecido. Y eso no se podía permitír.
El propio Víctor Mora contaba el respecto en su día en una entrevista al semanario Interviú: A la pregunta de “¿Problemas con la censura?”, respondía: “Siempre, siempre. Un día se recibe un oficio de la censura diciendo que aquello no podía continuar así ‘porque en todas las historietas del Capitán Trueno se evidencia la ausencia de Dios’, y ‘porque el Capitán Trueno va acompañado en todas las aventuras de una dama a la que no le unen vínculos matrimoniales”. ¿Solución? Los padres de la criatura decidieron dibujar dos tiendas de campaña distintas a la hora de dormir. A una se iba el trío hispano a roncar, y a la otra la pobre Sigrid, solita ella, aunque formando parte seguro de muchos sueños inconfesables en tiempos de “cinco contra uno”…
Pero lo cierto es que en aquellos tiempos de “nuestro florido pensil”, existían otros muchos héroes del comic o de los diferentes tebeos de la época porque, como ya se ha comentado, venían a ser “la televisión de los pobres”, por lo que eran leídos en casa por toda la familia: padres, hijos, nietos… que se sumergían en aquellos sueños para intentar evadir la realidad que llamaba a la puerta cada día, falta de casi todo. Entre otras cosas de dinero, porque, aunque parezca extraño, había mucha gente que no podía pagar 1,25 pesetas (cinco reales) por un tebeo, por lo que solían alquilarse en los quioscos para ser leídos por 10 céntimos.
Héroes del comic de aquella época hubo muchos, y algunos recordarán ahora sus correrías leyendo sus nombres, mientras que para otros sonarán a paleolítico inferior, a naftalina pura y dura. Pero existieron, y jugaron su papel de conducto de evasión y así poder soñar despiertos. Así estaban los simpar Roberto Alcázar y Pedrín, detective español que todo lo arreglaba a puñetazos, mientras Pedrín usaba su cachiporrra. El Guerrero del Antifaz, un noble y cristiano caballero español que no se quitaba el trapo de la cara ni para ducharse, el cual tenía una novia, su amada Ana María, a la que no le tocaba el tobillo porque era pecado de condenación. Purk, el Hombre de Piedra, salido el hombre de las cavernas en taparrabos, casi un escándalo. El Jabato, valiente ibero que tenía la osadía de enfrenarse a todo un Imperio romano. Apache, un indio que en el fondo era bueno porque había sido un niño robado a los blancos, y claro, tenía que ser bueno sí, o sí. El Cachorro, valiente pirata bueno que después de cada escaramuza raudo ponía rumbo a Maracaibo, isla o refugio de piratas. Piel de Lobo, un niño abandonado en la selva que se abría camino en la maleza mientras otros capeábamos el temporal. Pantera Negra, que venía a ser como Tarzán, pero en versión española, por lo que en lugar de mono tenía de compañera a una pantera. Yuki, el Temerario, otro indio, éste bueno, pero con una mala leche que se hacía de temer, y de ahí el sobrenombre… Mendoza Colt, un pistolero que era un tipo tan duro que meaba hielo y escupía por el colmillo porque al parecer tenía las fauces polvorientas del desierto. Diego Valor, un héroe moderno que saldría a la estratosfera antes que el astronauta ruso Yuri Gagarin. El Cosaco Verde, con el que algunos hicimos volar la imaginación hasta las estepas siberianas, situadas más allá del “telón de acero”…
Han pasado 60 años de todo aquello, y ahora vuelve El Capitán Trueno para recordarnos que un día fuimos niños o jóvenes que esperábamos semana tras semana la venida de un héroe que nos alegraba el día frente a los tochos de libros que nos teníamos que aprender cuasi de memoria, como los Catecismos del Padre Ripalda o del Padre Astete, el libro de historia Glorias Imperiales (el nombre habla por sí solo) o las famosas Enciclopedias de Grado Elemental, Medio o Superior, entre otros.
Han cambiado los tiempos y seguro que habrá en los quioscos otros héroes que harán las delicias de los jóvenes de hoy en día. Sin ir más lejos, según hojeo el semanario El Jueves, revista que envío a mi hijo a Londres para que se acuerde de su querido país, encuentro el titular de portada que dice: “Rato tampoco irá a la cárcel”, manifestando el banquero en un bocadillo: “¡Acabo de casarme con la infanta Elena!”.
Como verán, los tiempos están cambiando, pero se sigue hablando de héroes…
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