“120 batements par minute” (ciento veinte latidos por minuto) tercer largometraje de Robin Campillo (autor de “Revenants” 2004, y de “Eastern boys” 2013) y primera de las películas francesas que compiten a la Palma de Oro, aporta una mirada original, militante y repleta de emoción al tema, muy visitado en el cine, de las víctimas del sida y las tragedias humanas provocadas por esa enfermedad.
Desarrolla la película paralelamente, con buen equilibrio entre lo dramático y la reconstrucción documental, la minuciosa descripción de la actividad militante de la organización Act up en Paris, en los años noventa, y una historia de amor homosexual entre dos jóvenes de dicha organización.
Con un casting de excelentes actores como la francesa Adele Haenel, el francés Arnaud Valois, o el franco argentino Nahuel Perez Biscayart, relata la relación sentimental entre Sean, un joven muy radical y gravemente afectado por la enfermedad y un recién llegado a la organización, Nathan, que le acompañará en su agonía.
El guion, escrito por Robin Campillo en colaboración con Philippe Mangeot (presidente de Act up entre 1997 y 1999) refleja una evidente autenticidad en la reconstrucción de las asambleas y acciones desarrolladas por ese puñado de activistas, entre los que había sobre todo homosexuales y lesbianas afectados por la enfermedad, pero también madres de familia, que descubrían la contaminación de sus hijos.
Ante la incuria y la corrupción de los poderes públicos y de los laboratorios farmacéuticos, que minimizaban la enfermedad y la consideraban como propia a las prácticas sexuales de los homosexuales y drogadictos, la organización radical Act Up lanzó en la década de los noventa numerosas acciones espectaculares, eran los tiempos en que salió también a la luz el escándalo de la sangre contaminada por el virus del sida cuando era ministro de sanidad el socialista Laurent Fabius.
Entre la emoción de las historias individuales y la sinceridad de esa lucha colectiva militante, la película progresa con buen pie, mostrando las luchas internas entre moderados y radicales partidarios de una acción más enérgica y violenta. De sus actores destaquemos la excelente interpretación de Nahuel Perez Biscayart, actor franco argentino todavía poco conocido de un amplio público, pero que tiene ya en su haber una nutrida carrera desde 2005, tanto en Argentina como en Francia.
En el cine argentino le vimos a Nahuel Pérez en películas como “La sangre brota” de Pablo Fendrik, o “El aura” de Fabien Bielinski. En el cine francés recordemos su participación en “Au revoir la haut” de Albert Dupontel, o «Si tu voyais son coeur” de Joan Chemia. Su papel ahora en “120 latidos por minuto” podría valerle un merecido premio de interpretación, aunque quedan aún muchas películas que ver.
Si el tema del sida, y de las historias de amor homosexuales, ha sido ya muy visitados en la ficción cinematográfica, cabe subrayar no obstante que la película de Campillo aporta una mirada original, con sana información y emoción sobre esa lucha que ha permitido con los años mover las líneas y hacer evolucionar en parte las mentalidades más retrogradas, en la prevención y la lucha contra el sida.
Sin embargo, como a menudo sucede en las películas de la selección oficial en Cannes, padece también esta película de un exceso de metraje, sea en secuencias demasiado largas, como la inevitable escena de sexo, tratado por cierto globalmente con bastante pudor y eficaz puesta en escena, o en otras que resultan repetitivas. Pero, al parecer, es el tributo a pagar al denominado cine de autor.