Yemen, un país en guerra azotado por el cólera y la hambruna, agoniza en un mes de agosto ante la mirada de cuantos mandatarios y países lo ven. La información no se difunde, los datos están ahí; cólera, hambre y muerte. Tras dos años en guerra la tremenda crisis humanitaria sin precedentes en la historia moderna del país que ha supuesto una tasa de malnutrición en niños que se ha disparado desde que empezara esta sinrazón hace dos años.
Se calcula que aproximadamente 10.000 personas han muerto y más de 40.000 han resultado heridas durante el conflicto entre las fuerzas del gobierno apoyadas por una coalición dirigida por Arabia Saudita y el movimiento rebelde de los hutíes que ha provocado el colapso en las redes de abastecimiento del agua y del sistema sanitario. En este tiempo han sido destruidos hogares, hospitales y colegios y cerca de un 80 % de la población vive entre escombros producidos por los bombardeos aéreos sauditas.
El conflicto comenzó cuando los rebeldes hutíes de confesión chiíta se alzaron contra el gobierno de Abdrabbuj Mansour Hadi (sunita) y fue acusado de corrupcion. Actualmente, el sur del país está bajo el control del gobierno apoyado por la coalición encabezada por Arabia Saudita frente al norte que está controlado por los hutíes que cuentan con el respaldo de Irán.
El cólera avanza y actualmente es el peor brote de la enfermedad en la historia del país, y aunque la mayor parte de los contagiados no presentan síntomas, la enfermedad acaba con ellos en horas. Esta enfermedad es una infección diarreica aguda causada por el consumo de alimentos o bien agua contaminada con la bacteria Vibrio Cholera.
La sobrepoblación de los hospitales, la escasez de alimentos y la falta de higiene han facilitado que el cólera se extienda por el país. Aunque el programa mundial de alimentos está advirtiendo del grave riesgo de una hambruna, el 70 % de los yemenitas ignoran cuándo volverán a comer algo. Ninguna de las dos partes parece ceder. La historia de Yemen se describe entre la agonía de los niños que mueren de hambre y la pasividad del resto del mundo que lo observa.