Uno de cada tres niños tiene problemas de vista según ha alertado el presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos y Optometristas, Juan Carlos Martínez Moral.
A comienzos de curso es conveniente que a los niños se les haga un examen visual completo por parte de un profesional del oftalmología si hemos notado que el niño se acerca mucho a los libros, los mueve, no distingue alguna zona de la lectura o no ve la pizarra. Cuando los niños son pequeños es raro que hablen de no ver. Se conforman con lo que ven y no expresan que ven poco.
Detectar a tiempo los defectos refractivos podría ayudarle a que no empeorara la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo y fundamentalmente la ambliopía u ojo vago.
«Un problema de aprendizaje relacionado con la visión puede deberse a cualquier disfunción visual que repercuta en la lectura. Hay que tener en cuenta que la ambliopía incapacita al estudiante para fusionar las imágenes del ojo derecho e izquierdo y obtener una imagen única y tridimensional, por lo que esta disfunción da lugar a fatiga visual, malestar y afecta considerablemente a la eficacia de la lectura y el aprendizaje», ha explicado el presidente del Consejo General.
El ojo vago o amblíope afecta a niños menores de siete años y presenta una agudeza visual inferior a menos de la mitad de lo considerado normal. El control por parte de ópticos optometristas es fundamental para garantizar la evolución de esta patología.
«Estos tratamientos resultan más eficaces cuanto más joven es la persona. Tiene una fase crítica tras la cual la recuperación no es posible, de ahí la importancia de su detección a tiempo», ha detallado, para subrayar la importancia de que tanto las familias como los profesores presten atención a si el niño se acerca mucho a los libros o a la televisión o si se distrae continuamente al leer y tiene una baja comprensión de lo leído. Además, es necesario que se valore si el menor se fatiga cuando está sometido a estímulos visuales; escribe mal; reconoce tener la visión borrosa, tanto de lejos como de cerca; entorna los ojos para mirar a lo lejos; tuerce el cuello cuando lee o hace los deberes; padece astenopía (visión borrosa, fatiga visual y dolor de cabeza) con frecuencia; presenta hiperactividad durante la clase; invierte las letras o tiene un bajo rendimiento escolar.
Después existen las patologías referidas a la Baja Visión que tardan en ser diagnosticadas cerca de cinco años. Los primeros estadios no dan una clínica concreta y los niños refieren que no ven y realmente es cierto, pero no aparece en las pruebas. La gran prevalencia de la baja visión en el mundo asciende a 285 millones de personas afectadas y el rango oscila entre las patologías que debutan en la niñez, otras en la adolescencia y las más tardías propias de la edad madura. El diagnóstico incorrecto, la falta de campañas institucionales, la falta de programas de rehabilitación visual y la falta de recursos que tienen los pacientes hacen que no siempre sean atendidos en tiempo y forma.
«En definitiva, muchos de los síntomas de deficiencias visuales pueden confundirse con síntomas que también aparecen en algunos trastornos del aprendizaje. Y algunos trastornos del aprendizaje llevan asociados problemas de visión, por lo que, siempre que un niño tenga dificultades con sus tareas escolares la primera estrategia es buscar las causas que las producen a través de la participación de maestros, psicólogos y ópticos-optometristas», ha zanjado Martínez Moral.
No existe una formación apta para la mayor parte de los profesionales ya que de forma residual ven la baja visión en la carrera. No siempre se detecta y no siempre se conoce cómo va a desarrollarse la enfermedad porque no se tiene la genética de la misma. En estos casos es conveniente seguir cada seis meses la evolución del niño y estar pendiente de un posible empeoramiento para que este no afecte a sus derechos como estudiante, que debe ser siempre atendido tanto por el profesorado como por las ayudas que debe tener a lo largo del curso. Las asociaciones de Baja Visión amparan a este colectivo y desarrollan una labor de seguimiento, aseoramiento y orientación en torno a patologías concretas de forma que los estudiantes puedan continuar su vida de una manera independiente y superen con ayudas la enfermedad.
La baja visión impacta de forma importante en la calidad de vida de los pacientes. La pérdida de agudeza visual influye en las actividades del día a día de los pacientes: en el trabajo, en el hogar, en sus relaciones sociales, y también en su estado emocional. En el caso de los niños y adolescentes el impacto es aún mayor porque no comprenden cómo deben dejar ciertas actividades y cómo es posible que día a día pierdan vista. El camino es muy largo y la ayuda debe ser concreta para que puedan continuar.