En El rufián dichoso la música que, según su autor «nunca puede contener cosa mala», inicia y acaba la representación. Es un bailecito muy cervantino, muy bien traído y muy bien cantado que, sin embargo, es lo único. La única música que se va a escuchar en toda la función.
Todo el resto de la obra carece por completo de ese elemento tan querido a su autor, por lo que quizás la acción y todo lo demás discurriera a saltos. Va un poco a tropezones. Los cortes son tan bruscos que se pasa de una escena a otra -muy distintas y distantes entre sí- sin más transición que el cambio que el operado en las luces y colores del escenario, muy significativos pero cuya estructura básica no varía, y eso es un logro en medio de tanta movilidad. Sólo el criado Lagartija parece, de entre los nueve personajes, estar imbuido de esta zozobra barroca producida por tantos y tan súbitos cambios. Él, mezcla de pícaro, criado y Crispín nos hace reír y comprender mejor toda la gravedad de la peripecia.
En efecto, como si en la obra Cervantes quisiera hacerse eco de las críticas que ha vertido al principio contra esa ruptura de las tres unidades clásicas de acción, tiempo y lugar y que tanto le sublevan, este Rufián las rompe todas y así pasa de España (Sevilla) a México, de una casa de lenocinio a otra que es del inquisidor cuya mujer lo protege, y va sin detenerse a otra que es del alguacil, para seguir saltando de allí a la calle y de la calle al convento ya en México y después de cruzar el mar, con cambios tan radicales en los personajes como la lepra «repentina» de la señora del alguacil, antaño lozana y perseguidora del Rufián que se le aparece en México, o el hábito frailuno en que éste se esconde y que acabará siendo algo más que un hábito porque aquí el hábito sí hace al monje.
Por lo que se ve en la función y tal como refleja la azarosa vida del propio Cervantes, entonces se movían mucho más que ahora y lo de pasar a América, con todos sus vahídos y nauseabundas vascas, era paseo obligado para quien se lo pudiera permitir.
¿Y de qué trata este rufián tan dichoso?
El Rufián dichoso cuenta la historia de la conversión de un hombre perteneciente al hampa sevillana, Cristóbal de Lugo, criado del inquisidor Tello de Sandoval. Bajo la protección de su amo, Lugo tiene libertad para actuar a su antojo en los escalones más bajos de la sociedad hispalense, sin muestras de arrepentimiento. Tras una elipsis temporal, Lugo aparece convertido en Fray Cristóbal de la Cruz. Este cambio repentino se explica a través de la intervención de los personajes alegóricos que su criado nos sirve y que explican el cambio de Lugo hasta llegar a convertirse en el hombre santo que ahora es.
- Dirección: Rodrigo Arribas / Verónica Clausich
Adaptación: Jose Padilla
Reparto: Javier Collado, Montse Díez, Pablo Vázquez, Alejandra Mayo, Julio Hidalgo, Raquel Nogueira, Nicolás Illoro, José Juan Sevilla, Raúl Pulido
Diseño de Iluminación: Alberto Yagüe
Diseño de Vestuario y Caracterización: Pablo Porcel / Antonio Sicilia
Diseño de Escenografía; Anna Gil
Composición Musical: Xavier Diaz-Latorre
Maestro de Armas: Javier Mejía - Función comentada: 2 de noviembre 2017