Los datos son alarmantes y no deben dejarnos indiferentes. El número de migrantes menores de edad que llegaron de otros países a la Unión Europea sin ningún adulto que les acompañase suman 63.280 niños.
El informe de The European Progressive Studies concluye que a pesar de la preocupante tendencia, los solicitantes de asilo menores no tienen una protección adecuada y son invisibles tanto en datos como en políticas. Afganos, sirios o iraquíes que presentaron una instancia para que Alemania les acogiera, por ejemplo.
La tácita desigualdad del mundo procura que niños que vienen en condiciones infrahumanas de países en conflicto con sistemas de bienestar débiles o quizá ausentes, o de lugares en donde todavía existe el subdesarrollo ni siquiera tengan una oportunidad. La migración es la única estrategia para encontrar protección y sostener una familia y llegados a ese punto optan por hacerlo.
El 70 % de los niños había viajado solo y posteriormente no solo fueron inadecuadas las condiciones de su recepción sino que no existía información adaptada para ellos. Asimismo manifestaban tener miedo a la detención o a la deportación. La mayoria de los niños solo buscaban reencontrarse con sus familias o quizá con compatriotas aunque la realidad es que acaban convirtiéndose en víctimas de trata de seres humanos, con abusos y explotación desde que llegan.
La única posibilidad de cambio sería que la Unión Europea instara a los estados miembro a superar la falta de solidaridad y a expandir sus vías legales de inmigración. Sin reagrupación familiar y sin aplicar los derechos del niño, los migrantes menores de edad seguirán siendo invisibles; invisibles y desprotegidos, al igual que en sus países de origen; la gran contradicción de la migración.