Es justo reconocer que en los tiempos más recientes ha habido un creciente interés por un mejor uso del lenguaje oral y escrito, lo cual se evidencia en las publicaciones que de manera regular aparecen en los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, que son, estas últimas, la expresión de una nueva forma de comunicar y comunicarse.
Es frecuente leer en Facebook y Twitter recomendaciones cuya intención es advertir sobre el uso inadecuado de palabras y expresiones, falta de tilde y de omisiones de signos de puntuación, sin lo que la escritura carecería de sentido. Es justo reconocer que a la luz de esos aportes, muchas personas han disipado sus dudas y han adquirido conocimientos que les permiten manejar el asunto con relativa facilidad; pero ha habido no pocos casos en los se ha generado confusión, pues el criterio aplicado se ha caracterizado por un excesivo purismo, contraproducente en materia de enseñanza de la lengua materna. En el peor de los casos, hay quienes han pretendido enseñar, pero no se han percatado de que el contenido tiene defectos que, y lejos de aclarar, lo que hacen es confundir y generar controversias.
En Venezuela existe la duda sobre si las disculpas se piden o se dan. Hay quienes dicen que deben darse, y hay otros que estiman que estas deben pedirse. Por eso, la disputa nunca termina. Hay un caso parecido con la expresión un vaso de agua, que aun cuando no es algo que requiera una profunda explicación, de manera frecuente se oye decir que los vasos no están construidos de agua y por eso es incorrecto solicitar “un vaso de agua”.
Es prudente advertir que las disculpas son algo así como una vía de doble circulación, es decir, debe haber alguien que las pida y otro que las dé. Por ejemplo, si yo causo alguna ofensa, lo lógico, lo razonable, lo cortés, lo decente y lo valiente es que pida disculpas. Quien debe dármelas es la persona a quien he ofendido. Así como desayunar significa quitar el ayuno, disculpar es quitar la culpa.
De modo pues que, con base en el significado del verbo, no hay razones para decir que las disculpas no se piden. Los que cuestionan la petición de las disculpas, quizás se basen en una supuesta afirmación del ilustre venezolano Andrés Bello, quien en una ocasión dijo que las disculpas, al igual que los besos, no se piden, se dan. Digo supuesta, porque no hay algo que lo corrobore, y es posible que haya sido una ocurrencia de algunos de esos escritores que les gusta hablar de lo que no están seguros; pero de lo que nadie debe tener dudas, es de su caballerosidad, de su educación, de su formación e intelectualidad, de las que hay abundantes demostraciones, plasmadas en su amplísima creación literaria. En resumen, no es incorrecto decir que las disculpas se piden.
Lo del vaso de agua, aun cuando es una expresión lícita, muchas personas la consideran errada, y por eso se creen tener el derecho de corregir a todo aquel que se le ocurra usarla. El único argumento que esgrimen se basa en que los vasos no están hechos de agua, lo cual es cierto; pero eso no es suficiente para tacharla de incorrecta y proponer “un vaso con agua”.
De no ser apropiada la referida expresión, tampoco lo serían otras de la misma naturaleza, como “un vaso de leche”, “un plato de sopa”, “un ventilador de techo”, “un reloj de pared” o “una copa de vino”. Ignoran que un vaso de agua es la cantidad exacta de agua que cabe en un vaso, es decir, una medida; mientras que un vaso con agua es cualquier cantidad, desde una gota, hasta llenar el recipiente. Los vasos tampoco no están elaborados en leche, no existen platos que estén hechos de sopa, no hay ventiladores fabricados de techo, ni relojes confeccionados en pared, ni copas de vino. En el caso del vaso de agua, la preposición “de” no alude al material en el está fabricado el vaso, sino a su contenido. De modo pues que, no debe haber ningún temor al pedir un vaso de agua.