Regreso al pasado: Del Rey abajo ninguno…
Como en la gran literatura española: del Rey al último ministro o representante de ese aborto que se llama PP, nada escapa al terrible abrazo que, con el poder de la Iglesia, de la banca y de la oligarquía financiera y empresarial española y europea a la cabeza nos lleva a tiempos que creíamos superados: inquisitoriales, de feroz discriminación social, de embrutecimiento de la gran masa del pueblo español. Surgen voces airadas que se pierden en la marea reaccionaria impuesta por quienes controlan los grandes medios de la información y la comunicación. Son de agradecer las de esos escritores, menos políticos, que alertan de estos tiempos viejos que se van imponiendo día a día en el nuevo fascismo español. Habrá que hacer un esfuerzo mayor, y a poder ser colectivo, para impedir que las gangrena se extienda del todo sobre nuestras tierras y sus habitantes.
Comienza el nuevo año y ellos, eso sí, continúan en su ritual. No es ni cínico: resulta tan repulsivo como la exigencia del confesor a la gente arrodillada ante la celosía en que cuenta sus pecados y mientras éste las interroga para sacar hasta la última de las «perversidades» que han cometido se masturba y agita en su cubículo afiebradamente.
Anonadado, estupefacto, casi mudos, pensamos en la barbarie que nos rodea mientras suenan los villancicos. La mujer. Desde los libros más antiguos. Gracias, Dios mío, por no haberme hecho mujer. Y porque me diste el poder de legislar, castigar, imponerme a ella y utilizarla para nuestro placer.
Aborto. Gallardón. ¿Es el que impone la ley o el engendro disfrazado de ser humano que se esconde tras las palabras?
Uno más de los curiosos personajes no denunciados, con la rotundidad que merece, por la opinión pública de nuestro tiempo histórico.
Eran, son cultos, dicen muchos de quienes los conocieron. Y no escribimos para quienes redactaron los libros que llaman sagrados, ni siquiera para quienes dictan las leyes jurídicas, que los abortos que no alcanzan la vida al menos no resultan peligrosos para sus contemporáneos, pero aquellos no realizados y que debieron existir y terminan desarrollándose a plenitud pueden terminar convirtiéndose, y de hecho se convierten, en un peligro público.
Y vemos al hombre joven, bello, perfectamente vestido -ya la marca Hugo Boss vestía a los nazis, marcas de alta costura, coleccionistas de obras de arte, hasta filósofos, cuánta hez humana envuelta en la parafernalia de los aristócratas- de sonrisa encantadora interpretando al piano una obra de Bach o de Mozart. Galantea con la mujer, de alta sociedad naturalmente, que recibe sus caricias. Resulta maravilloso haciendo el amor, dirá ésta. Y habla lo mismo de Wagner que de Goethe. Posee unos conocimientos profundos y su bella voz te embelesa. La joven no le contemplará en sus horas más íntimas: cuando planifica junto a otros compañeros, algunos son zafios y soeces, pero eso no importa, la creación y el funcionamiento de las cámaras de gas y los hornos crematorios. Se llama Heinrich Heydrich tal vez.
No llegará a tanto Gallardón. Los tiempos son otros, afortunadamente. Pero es un hombre al que arquitectos, pintores, escritores, otros intelectuales, se refieren como persona de gran cultura. ¡Ah, la cultura! Se le ve en la ópera, o en el Auditórium aplaudiendo entusiasmado las obras de grandes compositores, a los elegidos intérpretes que ofician en los grandes fastos de la música. También en reuniones literarias o exposiciones pictóricas. No quieren referirse a sus labores de despacho, cuando -y en esto sigue las normas de sus más nobles antepasados y las que dictan túnicas y capelos que siguen imponiendo su filosofía de la sumisión y la muerte a sus seguidores- prepara leyes sobre el funcionamiento de la justicia, o el respeto a la vida de quién no es, porque al fin la mujer ya fue castigada para su finalidad esencial dentro de lo que llaman familia, concebir, obedecer y si se rebelan putas o mantenidas para el escape sexual necesario al hombre- y así el exquisito se convierte en uno más -recordemos, del Rey abajo ninguno es el título de una obra literaria que de seguro Gallardón, a Rajoy, Montoro o Sáez de Santamaría puede sonarles a chino- de los ejecutivos del ordeno y obedezco a quienes mandan que nos hagan retroceder siglos en eso que llaman civilización o derechos humanos. Pero eso sí, los cuervos que administran su inmoral moral sonreirán hipócrita y satisfactoriamente al tiempo que administran sus hostias -consagradas, que para las sucias ya se encargan los Gallardones de imponer sicarios y leyes-.
Felices Pascuas. Próspero Año Nuevo. El rito de las palabras malditas. Luces. Cabalgatas de Reyes. Fuegos artificiales. Campanas y músicas de baile. Que siga el carnaval: no faltarán las fiestas, romerías, cultos, procesiones, fiestas locales, palabras embaucadoras sobre desarrollo económico o independentismo: la mentira para otro título literario: todo el año es carnaval.
Yo, en mi Antorcha, con la mirada perdida en enfermos, desahuciados, mujeres maltratadas, vendidas, abandonadas a su condición -existe esta palabra para diferenciarlas y someterlas- niños y niñas vagabundos o esclavizados en el trabajo o el sexo desde sus siete u ocho años de edad, ancianos para los que se pide que no molesten más y se mueran de una puta vez, gentes sin trabajo, esclavos con trabajo, pueblo sin pensamientos ni dudas, uncidos a las cadenas de lo que llaman cultura del ocio y no es más que sometimiento mental y pérdida de su condición humana, gentes de pensamiento y voluntad que intenten encontrar formas -al margen de la burocracia política y sindical, militen donde militen- les insto a encauzar una necesaria, cada vez más necesaria rebelión, y solo puedo recomendar a los moradores de las catacumbas donde el poder nos obliga a refugiar nuestras ideas, que busquen y consigan de la manera que sea un buen vino para beberlo al tiempo que idean maneras de llevar a los abortos que tienen el poder -del rey abajo ninguno, otra vuelta de tuerca a la antigua obra literaria-al lugar que les corresponde en la historia, y que quienes abominan de los movimientos de intolerancia, dictadura, y regresión social y cultural, ya saben cual es, porque no podemos hablar del infierno, que es otra palabra rescatada por ellos para definir lo que quisieran para los esclavos que necesitan en su dominio sobre los pueblos.