A principios de enero de 2018 conocíamos una noticia que ningún periodista habría querido jamás leer: dos cabeceras míticas de la prensa española, como eran los semanarios Interviu y Tiempo cerraban sus ediciones, con lo que desaparecen dos testigos vivos de lo que ha sido el devenir de este país a lo largo de los últimos 40 años, en el que han pasado tantas cosas de las que muchos periodistas hemos sido testigos.
En el adiós a estos medios, especialmente a Interviu, un medio en el que colaboré, solo me queda el triste sentir por los colegas que se quedan sin trabajo, junto al recuerdo de unos años en los que ejercía la profesión junto a tantos otros profesionales, como serían, entre otros, Pepe Calabuig, José Luis Morales o los fotógrafos Fernando Abizanda o Pablo Vázquez, que me acompañarían en algunos reportajes.
Es cierto que Interviu tenía su fuerte, una especie de señas de identidad en las portadas, que semanalmente mostraban a sus lectores a unas chicas ligeras de trapos y prietas de carnes, auténticos bellezones en plena lozanía que, llamando a las cosas por su nombre, si me permiten, eran ellas de buen ver y aceptadas por parte de sus lectores, ya que en ocasiones llegaban a cifras millonarias. Los bombazos periodísticos por ejemplo de las portadas de la Marisol con su carita de niña-mujer lanzaron al semanario a vender más de medio millón de ejemplares, mientras que las enseñanzas corpóreas de aquella folclórica llamada La Faraona, Lola Flores, hicieron subir la tirada por encima del millón de ejemplares, un auténtico éxito periodístico.
Pero aparte de las portadas, el semanario en cuestión tenía un equipo de excelentes profesionales que desnudaron este país de arriba abajo como nadie lo había hecho hasta entonces, una radiografía, un daguerrotipo de una España que mostraba sus interioridades –miserias incluidas-, de arriba abajo, de norte a sur y de este a oeste. Ante los periodistas de Interviu no había fronteras ni cosas que no se trataran, tema que no se tocara por escabrosas que estas fueran, si bien es cierto, y todo hay que decirlo, que a veces también se compraba material comprometido precisamente para no publicarlo, porque sabido es que el silencio también puede llegar a tener un precio…
Recuerdo ahora algunas de las colaboraciones que hice para el citado semanario, de las que profesionalmente me siento satisfecho, porque tengo que reconocer que uno, como se dice en el viejo argot periodístico, ha toreado en plazas de todo tipo y pelaje, e Interviu fue para mí una de ellas, junto a tantas otras. Porque lo cierto es que junto a la exhibición de aquellas muchachas encueradas en las portadas, que elevaban el ánimo a los lectores, junto a otras corpóreas “elevaciones”, también había en el interior páginas de periodismo puro y duro que fue dejando su huella a lo largo de cuarenta años.
“Son la crema del lumpen suburbial. Flor y nata de la delincuencia juvenil que trae en jaque a todo el país. Apenas llegan a 400 en toda España, pero los destrozos que causan en la sociedad están cifrados en más de 3000 millones de pesetas al año…”. Así comenzaba uno de mis reportajes que, bajo el título de “Entramos en un reformatorio modelo”, mostraba los entresijos de un centro llamado RETO (Residencia Especial de Tratamiento y Orientación), que venía a ser la última esperanza para la delincuencia juvenil, la flor y nata de un lumpen barbilampiño al que no había manera de meterlo en vereda, auténtica carne de presidio. La institución nacía en 1980 porque según los responsables, “merecía la pena intentar ayudar a los que tenían por única alternativa dejarse matar o pasar la vida entre rejas”…
Entre las paredes de aquel centro de reintegración situado en los bajos del reformatorio de Carabanchel conocí a unos tipos cuasi niños que eran lo mejor de de cada casa, junto a unos profesionales que trabajaban para intentar reinsertarlos un día, ya que la otra opción era que acabaran con cuatro balazos a la menor de cambio, moneda de curso legal en su ambiente…
Dos simples ejemplos, que transcribo literalmente del reportaje publicado en 1983, darán una idea de quiénes estoy hablando: “F. L. empezó a los doce años. Planeaba los golpes con toda meticulosidad. Pertenecía a la ‘escuela’ de su madre, que lo llevaba en la furgoneta al ‘trabajo’; ella vigilaba y camuflaba. Nunca estuvo en un reformatorio más de dos días. Después de varias agresiones le detuvo la policía. Con el fusil apuntándole a la cabeza, pegó un acelerón y la descarga fulminó a su colega, que iba de copiloto. Con los sesos de su compañero muerto sobre sus hombros logró escapar…”.
“A. R. tiene solo quince años y está ahí, frente a mí, con cara de niño que solo ha hecho novillos. A esta edad ya es todo un veterano, un ‘super’ de primera: golpes por toda España, fuga de reformatorios, drogadicto, chicas y enfrentamientos con la policía. Y ahora quiere cambiar de vida: ‘Quiero ser una persona como los demás’, me comenta, porque está harto de dar palos, robar, huir. Y no quiere morir a los quince años. A su edad ya había robado unos 500 coches. ‘Me hago con ellos en dos minutos’, comenta, intentando enseñar el ‘oficio’ al periodista. Sus preferencias eran el Chrysler 150, el Talbot Solara, y el Seat 131 y el 1200”. “Mi mayor golpe lo di en Lérida: unos tres millones de pesetas que se iban en seguida…”.
Aunque pueda parecer increíble, en el año 1982, gobernando todavía la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) supo con horas de antelación al Gobierno los resultados salidos de las urnas que conocerían los españoles al día siguiente. No era una casualidad, sino que los socialistas disponían de un equipo humano, una especie de “Enigma” que trabajaba en silencio, en el anonimato más absoluto, con un índice de veracidad que rondaba el 99 %.
Tuve la ocasión de penetrar como periodista en el corazón de aquella “Enigma” socialista de la mano de uno de los cerebros de la operación. Se llamaba Luis Pérez, y era el responsable del Departamento de Estudios Electorales del PSOE, y en aquellos momentos de lo que se llamó la “Operación del Día-D”. Economista, experto en campañas electorales de todo tipo desde el año 1977. A este experto se unían otros “Hombres del Día-D” de primera línea, a los que habría que sumar otros hombres y mujeres periodista, abogados, sociólogos. Al frente de todo ellos, y como coordinador de toda la operación, uno de los políticos seguramente más inteligentes que ha tenido España desde el principio de la Transición: Alfonso Guerra.
Penetrar en los entresijos de aquella “Enigma” humana, que funcionaba con precisión germánica, fue para mí una satisfacción profesional, al tiempo que me ayudó a comprender cómo fue posible que un partido político, el PSOE, gobernara durante tantos años en La Moncloa, en la mayoría de Comunidades Autónomas y en miles de municipios. Porque si el Ministerio del Interior del Gobierno de UCD disponía de computadoras, medios técnicos, los socialistas disponían del llamado “factor humano”.
Porque era ese, el “factor humano”, el alma de la llamada “Operación del Día-D”. Una pirámide compuesta por 80 000 personas sobre las que había 3000 responsables directos repartidos por toda la geografía española. Así, hasta llegar a la cúspide, en Madrid, centro del auténtico corazón de aquel inmenso cerebro humano. Cubrían con su información toda la geografía española, desde la ciudad más grande al pueblo más pequeño en un país de medio millón de kilómetros cuadrados. Tenían seleccionadas una serie de urnas-tipo y datos-tipo, que a la hora de ser analizados por los expertos arrojaban un resultado que estaban en torno al 99 % de exactitud, con un margen de error del +- 1 %. No era improvisación, porque esa maquinaria, ese “Enigma” socialista llevaba funcionando desde el año 1977, y en sus entrañas guardaba todos los resultados de elecciones anteriores…
Tengo que agradecerle a Luis Pérez que me permitiera penetrar en aquellos entresijos, entrar en la habitación donde tenían aquella máquina, si bien es cierto que no me permitió fotografiar. Éramos amigos de tiempos de clandestinidad y creo que eso une mucho, pienso que es eterno. Y para terminar, como primicia, me reveló un secreto: “Hay un dato que nunca se ha publicado y que hoy sale a la luz por primera vez: en las últimas elecciones andaluzas el PSOE conocía por nuestros canales de información los resultados con exactitud una hora después de cerrarse las urnas. También sabíamos que Rojas Marcos no saldría elegido por Sevilla. Yo fui la primera persona que lo supe, y así se lo dije a Alfonso Guerra. Pero el dato era tan serio que no quisimos lanzarlo, para no cometer ningún error, aunque la probabilidad fuera solo del uno por ciento, aproximadamente”.
Adiós a Interviu en su desaparición. Larga vida al periodismo serio, que lo hubo en sus páginas, y del bueno. Vaya como réquiem estas muestras para el recuerdo.