Magnífica versión personal del director Fernando Soto, de la obra de Sanchis Sinisterra ¡Ay Carmela! la ofrecida en noviembre de 2017 en los Teatros del Canal de Madrid, con dos actores que bordan de principio a fin la complejidad de su actuación, Cristina Medina y Santiago Molero.
Carmela regresa desde la muerte porque no se resigna a perder a Paulino, un Paulino perdido en sus tragedias, la personal, que va más allá de la pérdida de Carmela, porque también es la pérdida de su propia mismidad y la pérdida de la España que él añora. No sabemos si este Paulino muerto en vida, traidor a ratos a su causa, es el que conjura la aparición de Carmela, o si es Carmela la que regresa para convertirse en la conciencia de Paulino, o ambas cosas. O como dice el director Fernando Soto, son dos supervivientes que lo único que tienen para sobrevivir es necesitarse el uno al otro, y la Carmela muerta aumenta esa mutua dependencia.
Ambos conjuran la situación que acabó con la ejecución de Carmela en el escenario de un teatro de Belchite. El Paulino sumiso al guión de una gala para militares golpistas victoriosos elaborado por el fascista italiano teniente Ripamonte y la rebeldía continua de Carmela. Paulino cree que pueden sobrevivir y marcharse después de la gala. Carmela consciente o inconsciente de que su rebeldía solo puede acabar en muerte, se muestra en todo momento firme y fiel a sus ideas. Discuten todo el tiempo, en la ficción conjurada y en la realidad fantasmal. Es su forma de necesitarse, de aferrarse el uno al otro y hay tanto amor como desesperación en las dos situaciones.
El lenguaje tiene una fuerza tan extraordinaria que el espectador vive con el corazón en un puño las casi dos horas de diálogo, a pesar de tratarse de una obra de culto, tan conocida. La gradación de suspense roza la perfección y el espectador va viviendo los dramas en todas las claves: humor, miedo, rabia, indefensión, amor en dosis superlativas. Ahí está todo, antes y después de morir, antes y después de regresar. No hay un resquicio a la emoción; la inmersión en todas las emociones es total.
Supervivientes aquí y en el más allá. Mientras no haya olvido habrá vida. La fuerza de la magia que crean estos dos actores extraordinarios, Cristina Medina y Santiago Molero es tan contagiosa que el espectador cree estar viviendo las dos situaciones propuestas. Corazón en un puño, cada vez con mayor presión, según avanza la representación.
Un final inesperado pero coherente con lo que se vive. El fantasma de Carmela es de nuevo ejecutado a balazos. Después negrura total y silencio. Y al final de todo ahí están los dos otra vez, cada uno sentado en su silla y en silencio. Vivos o muertos, pero juntos.
Esta ¡Ay Carmela! no pretende ser otra cosa que un canto a la supervivencia, a la dignidad del ser humano, suspiro y dolor encerrados en un ¡‘ay’!, que suma algo nuevo a un texto ya clásico de nuestra dramaturgia contemporánea. Y este algo es el ser humano en la plenitud de su grandeza.