El niño de siete años se aburrió después de cinco minutos corriendo sin dirección definida, en medio de una docena de compañeros. Dejó la cancha de fútbol indignado porque no había logrado patear el balón ni una vez, informa Mario Osava (IPS) desde Río de Janeiro.
Brasil 2014 FIFA«El fútbol es así, tienes que tener paciencia», trató de explicarle el profesor de educación física que intentaba iniciar a los alumnos del colegio en varios deportes. No parece la mejor virtud para la práctica deportiva.
¿Cómo se explica entonces la pasión que despierta el fútbol en regiones y culturas de las más variadas del mundo? ¿Por qué la Copa Mundial de la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado), que se inaugura este jueves 12 en Brasil, concita tanto entusiasmo en todos los continentes?
El astro Romario de Souza Faria, cuyos cinco goles en la Copa Mundial de 1994, en Estados Unidos, le aseguraron el triunfo a Brasil, se quedaba poquísimo tiempo con la pelota en sus pies en cada partido de 90 minutos. Se hizo héroe nacional con sus disparos a gol, en fracciones de segundo.
En 2007, cuando intentaba el milésimo gol de su carrera, un reportero anotó que Romario estuvo con el balón solo 16 segundos en todo un partido. En cierto momento completó 30 minutos sin tocarlo.
Los escasos goles, además de partidos sin uno, son tediosos para muchos que prefieren el aparente dinamismo del baloncesto o el vóleibol, con decenas, en general más de un centenar, de puntos en cada partido.
Para otros, algunas reglas del fútbol son irracionales: el fuera de juego interrumpe la disputa en su clímax, cuando el atacante está en condiciones ideales para cumplir su misión y llevar al orgasmo a su hinchada
Hay quienes rechazan ese deporte por demasiado violento. Abundan las fracturas, las heridas y contusiones provocadas por choques, puntapiés o codazos, en algunos casos ni siquiera punidos como faltas. Todo lo contrario del vóleibol que evita el contacto físico.
Pese a todo, el fútbol conquistó mayorías abrumadoras en gran parte del mundo y tiende a expandirse, superando preferencias y resistencias tradicionales, como ya ocurrió en Estados Unidos y Japón.
No se puede aún afirmar que sea una afición universal, porque le falta conquistar multitudes relevantes en algunos grandes países, especialmente China e India donde el desafío es seducir centenares de millones de posibles aficionados.
El secreto de la superioridad del fútbol en popularidad, y por ende en negocios, no parece estar en las canchas, en los jugadores o en la pelota, sino en la cabeza de los espectadores. Es como espectáculo, más que como práctica deportiva, que se hizo campeón.
Muchos deportes, principalmente los colectivos, pudieron atraer audiencias masivas, presenciales o televisivas. Es el caso del béisbol en Estados Unidos y Japón, el baloncesto en muchos países, el cricket en India, Australia y otras excolonias británicas.
Pero el fútbol tiene particularidades que lo hacen el deporte más popular, capaz de capturar la atención de 3,6 millones de personas durante su vigésima Copa Mundial, que acogen 12 ciudades brasileñas hasta el 13 de julio.
Un elemento fundamental es hacer que el hincha se sienta potente, apoyando a su equipo o analizando mentalmente las jugadas y sus ejecutantes.
Más que espectador, se trata de un actor y autor de alternativas que podría tener el partido, porque el fútbol es una obra abierta, un estímulo a la creatividad. Su apoyo colectivo suele influir en los resultados más que en cualquier otro deporte.
Su visión del juego es superior a la de los jugadores, alcanza todo el campo y todos los movimientos, en contraste con la mirada de los protagonistas, limitada en amplitud y turbada por el acoso de adversarios.
Todos los brasileños se creen directores técnicos, se dice en broma, pero refleja una realidad. Los fanáticos desarrollan sus conclusiones sobre tácticas, jugadas, mejor uso y combinación de características de los jugadores, una infinidad de detalles que pueden ser decisivos.
Las discusiones son interminables, al igual que las informaciones sobre ese deporte. No hay periodismo tan exhaustivo y posiblemente tan leído que el futbolístico.
Hace dos décadas, el brasileño João Havelange, expresidente de la FIFA (1974-1998), al preguntársele sobre la posible extinción de la regla «fuera de juego», se mostró contrario porque la «imperfección» del fútbol es uno de los factores de su popularidad, al promover las polémicas.
El fútbol en su extrema complejidad permite que cualquiera se sienta experto o con inteligencia suficiente para tener su evaluación, sus ideas propias sobre partidos, equipos, árbitros y jugadores.
El hecho de ser practicado básicamente con los pies, contrariando la evolución humana que concentró habilidades en las manos, le agrega incertidumbres que lo acercan a la teoría del caos. Factores secundarios pueden ser decisivos, todos los actores cuentan y, otro valor esencial, es un juego de equipo.
Los mejores equipos tienden a triunfar más veces, pero todo rey tiene sus días de plebeyo, no hay invencibles. Por todo eso, el apoyo de los hinchas influye más que en otros deportes, un hecho que se reconoce en muchos torneos, en que un gol en el campo adversario vale más que otro en su propio estadio.
La frecuencia con que se impone lo fortuito termina por estimular tanto la hinchada como la práctica del fútbol. Cualquier «pierna de palo», por menos oportunidad que tenga, puede en algún momento protagonizar un gol, una buena jugada. Como en la lotería, esa esperanza o fe mueve atletas y aficionados.
El éxito del fútbol, como espectáculo, se agranda a cada Copa Mundial y se refleja en los más de 18.000 periodistas acreditados para esta edición en Brasil y otros miles que cubrirán los juegos en Brasil sin la tarjeta oficial de la FIFA.
La consecuencia es su excesiva mercantilización, según la opinión de sectores brasileños que rechazan las concesiones hechas por el gobierno brasileño a la FIFA para acoger la Copa, incluyendo inversiones en estadios, aeropuertos e infraestructura urbana que sumaron cerca de 12.000 millones de dólares.
El mismo héroe de 1994, el ahora diputado Romario, del Partido Socialista, dijo en enero que es la FIFA «el verdadero presidente del país» hasta el final de la Copa. Brasil se hizo «esclavo» de una institución «cien por ciento corrupta», acusó en otras ocasiones.
Las sospechas se intensificaron en la última semana, después que la prensa británica denunció corrupción en la elección de Qatar como sede de la Copa de 2022, con el pago de propinas a dirigentes con influencia en el Comité Ejecutivo de la FIFA. ¿Qué criterios deportivos o de mercado justificarían tal elección?
Esa pregunta queda en el aire desde este jueves12, el mayor espectáculo del mundo, ha comenzado.