Suiza, el país donde Charlot vivió sus últimos años, con el concurso del festival de cine de Ginebra, ha homenajeado al cómico en el centenario de su nacimiento como personaje cinematográfico, con una muestra de cien fotografías y un buen número de documentos inéditos. La exposición estará abierta hasta finales de febrero.
Making a living, un corto de menos de un cuarto de hora, con un Charlot aún indefinido, cuyo icono alcanzaría un poco más tarde fama universal, fue el nacimiento de un personaje que ni el mismo Charles Chaplin pudo imaginar que llegara a ser quizá el más grande que ha producido el séptimo arte.
El hombrecillo degarbado, con una penetrante mirada azul, bastón y bombín a los que hacía gesticular tanto como a su rostro y cuerpo menudo, desharrapado vagabundo lleno de dulzura, una sonrisa con la que desarmaba a los desalmados y conmovía a todos los demás, personajes de ficción y millones de espectadores de todo el mundo. Charlot sigue vivo y siempre joven en la memoria del cine. Los iconos de bondad permanecen, ya sean ficción o realidad.
Ginebra y Bolonia. La cinemateca de la ciudad italiana ha celebrado el centenario con la creación del Proyecto Chaplin, un proyecto de restauración primero y después digitalización de sus películas. De momento, para conmemorar el centenario, han restaurado ese primer cortometraje, Making a living y La quimera del oro, que han sido distribuidas por 70 cines italianos.
Un trabajo muy delicado, dado el precario estado del celuloide, que ha debido ser sometido bajo la supervisión de especialistas a un proceso de rehidratación. La cinemateca de Bolonia conserva todos los archivos de Chaplin. Todas sus películas están siendo restauradas y digitalizadas. También, como parte de las celebraciones del centenario, y con la intervención de la cinemateca, se ha publicado la única novela que escribió Chaplin, Candilejas, inédita hasta ahora, que sirvió de inspiración para la película con el mismo título. Ya se encuentra en Amazon.
Charles Chaplin, Charlot, es un testimonio más, entre muchos, de un enorme espíritu de superación. Una infancia miserable en Londres, una madre ingresada en un manicomio, un padre alcohólico encarcelado por ‘faltar al deber de mantener a sus hijos’. Charles se convirtió en el cabeza de familia, el que ayudó a salir adelante a sus hermanos, Sidney y George. Como sus padres, artistas de Music Hall, se dedicaron al teatro desde niños; Charles se subió a un escenario a los cinco años. Ya en Estados Unidos, obtuvo su primer contrato al final del verano de 1913. Faltaba un año para el nacimiento del personaje de su vida, Charlot. Tuvo fama de revolucionario por su lucha en defensa de la independencia de los actores de cine. El Maccarthismo le acusó de comunista, por lo que acabó expulsado de los Estados Unidos. Ese fue el detonante para finalmente establecer su residencia en Suiza, en Vevey. Volvió a Estados Unidos en 1972 para recibir el Oscar honorífico a toda su carrera, cuando ya habían desaparecido las persecuciones por actividades antiamericanas, que tantos estragos habían causado en el mundo del cine.
Fue actor, productor, director, escritor, compositor. Desde Making a living en 1914, hasta La Condesa de Hong Kong en 1967, suman 63 años dedicados al cine y alguno más en Inglaterra antes de cruzar el Atlántico. Y con excepción de la citada Condesa, Candilejas y Un rey en Nueva York, toda una vida dedicada al vagabundo inolvidable. También fue nombrado Caballero del Imperio Británico. Pero sobre todo fue Charlot.
http://youtu.be/ea0wupYVtIg
Charles Chaplin, genio sin duda, que emergió desde bien abajo, haciéndose un buen lugar en el mundo con su capacidad artística y creativa. Con su creación Charlot, manifestó en celuloide ideas de fuerte crítica social, con «irreverencia» temeraria para entonces: «Tiempos Modernos» está llena de fuerte humor crítico a la mecanización y deshumanización de la sociedad capitalista (nada menos que en la Catedral del sistema, EE.UU., donde para la época el capitalismo era casi una religión); y de «El Gran Dictador» ni qué decir, hasta debió incomodar las relaciones diplomáticas de entonces.
Con esa línea creativa en su cine, era fácil para que cayera en la mira del paranoico John Edgar Hoover (FBI), quien poco menos que se espiaba a sí mismo, al disponer de amplias facultades y recursos para hacerlo. Y el alcohólico senador Joseph McCarhty, que hizo ver y oír a los norteamericanos lo que querían ver y oír en cacerías de brujas, causando tremendos daños hasta que se dieron cuenta de sus delirium tremens.