Con hache y sin ella

Hay casos y cosas que, aun cuando son muy sencillas, siempre conllevan una dificultad, y esa dificultad conduce a despropósitos. En el caso de la escritura de textos, sobre todo en los medios de comunicación social y redes, es muy común que aparezcan situaciones viciadas, que fácilmente podrían ser erradicadas, siempre que sus autores se persuadan de la importancia del rol que les toca desempañar ante la sociedad.

Cada vez que me expreso en esos términos, debo necesariamente aludir a educadores y periodistas, que tienen la obligación moral y aun legal, de hacer un buen uso de la expresión escrita y oral. También he repetido hasta la saciedad que, para alcanzar ese nivel, no es necesario hacer profundos estudios de lingüística y gramática, sino poner en práctica las enseñanzas básicas en esa materia que se imparten en todas las etapas de la educación formal.

Lo lamentable de eso es que quienes por lo general más incurren en impropiedades de lenguaje, son personas que siempre hacen alarde de su supuesta «impecable» ortografía. ¡Y ni se le ocurra al común de los mortales hacerles una observación, porque se ofenden y hasta se atreven a «dictar cátedra» sobre cómo escribir bien!

Es justo reconocer que hay un marcado interés por deshacerse de esas situaciones que ajan y envilecen la escritura, lo cual demuestra que el trabajo de aquellas personas que se dedican a aportar elementos para escribir bien y hablar de mejor manera, no ha sido en vano. Pero no es menos cierto que hay vicios que se han arraigado, y no ha habido forma de extinguirlos. No es fácil; pero es prudente que de cuando en cuando se hable del asunto, con el deseo de que los interesados puedan acostumbrarse a llamar las cosas por su nombre.

En los días más recientes he leído textos en los que aparecen ejemplos que se pueden emplear para explicar el uso de a y ha, los cuales me han dado pie para volver a tocar ese tema, del que he perdido la cuenta de las veces que lo he expuesto. De hecho, cuando en 1994 comencé a escribir sobre estos asuntos, en mi primera entrega hablé, de manera muy volandera, de casos en los que a y ha se tornan impertinentes.

Es frecuente leer que, por ejemplo: «La aplicación del nuevo método a dado mejores resultados», «Aún no a logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos a visitado varias veces en este año», etc. En los tres casos la forma correcta es ha: «La aplicación del nuevo método ha dado mejores resultados», «Aún no ha logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos ha visitado varias veces en este año».

También aparecen frases como: «Voy ha descansar», «Al parecer este año las lluvias van ha entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va ha funcionar», etc. Las formas adecuadas son: «Voy a descansar», «Al parecer este año las lluvias van a entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va a funcionar».

Ahora, ¿cuándo debe ir a y cuándo ha? ¡Muy fácil!

Sin complicaciones gramaticales, les digo que debe usarse «a» cuando esta esté antes de un verbo en infinitivo: descansar, entrar, funcionar, como lo son los que he usado en los ejemplos mostrados. Entiéndase por un verbo en infinitivo aquel que no está conjugado en ninguna persona gramatical: bailar, reír, gozar, cantar, estudiar, investigar, comer, toser, averiguar, encontrar, etc.

Se escribe «ha» cuando esa partícula aparece antes de palabras terminadas en ado o en ido: «Aún no ha enviado el mensaje», «El día ha estado nublado», «La empresa ha contratado un nuevo asesor jurídico»; «El trabajo no ha sido fácil; pero lograremos la meta», «El pueblo ha sido testigo de nuestros esfuerzos», «Esa ha sido la constante», etc.

En mi opinión, esa es la forma más sencilla de saber cuándo usar una forma y cuándo la otra. Además, si alguien escribe, por ejemplo, «A pasado mucho tiempo» o «Voy ha estar aquí hasta que me atiendan», por muy anticuada que sea la computadora u obsoleto el teléfono, ambos subrayarán en rojo el evidente error, o en el mejor de los casos, lo eliminará automáticamente. De modo pues que, es conveniente que se sepa que ese subrayado en rojo no es un efecto especial, sino una advertencia porque algo no anda bien.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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