Siguiendo con la esmerada publicación de la narrativa, las biografías, los ensayos y las memorias del gran escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942), a quien personalmente debo mi primer asomo a la literatura europea en la muy distante adolescencia, la editorial Acantilado acaba de poner a la venta otra de las novelas cortas de este autor que, como me pasara en su día con Carta de una desconocida o Veinticuatro horas de la vida de una mujer, me ha interesado desde las primeras líneas.
El título de esa historia dice muy poco (Verwirrung der Gefühle/La confusión de los sentimientos), y menos dice incluso si se le quitan los artículos en español -tal como aparece en la portada de esta edición-, sin que lo aclare tampoco el subtítulo (Apuntes personales del consejero privado R.v.D.), pero la obra es de una intensidad intelectual y emocional permanente a lo largo de sus cien páginas. La calidad inquisitiva y expresiva de Zweig para bucear en ideas y sentimientos sobresale una vez más en este relato que, cuando se publicó por primera vez en Leipzig en 1926, supuso un auténtico impacto en la sociedad burguesa europea de ese tiempo, por el explícito tratamiento con el que se tocan temas de contextura tan fuera de norma como la homofilia y la emancipación de la mujer.
La crisis personal por la que atraviesa el protagonista, un joven estudiante a punto de abandonar la carrera, se resuelve con el encuentro en una pequeña ciudad de provincias con un reputado profesor, que le incentiva a profundizar en la razón y el estudio de la Literatura hasta tal punto que el alumno propone a su maestro prestarle colaboración para concluir la gran obra que éste prepara. A partir de ese momento se establece una relación personal magníficamente diseccionada entre los dos y la esposa del profesor, que se resuelve con un desenlace sorprendente que solo cuando el joven estudiante se convierte él mismo en reputado y sexagenario profesor es capaz de interpetar con la precisa y nítida capacidad que Zweig presta a esos apuntes.
En ese sentido es clave lo que R. v. D. expresa al principio de su historia: «Vivimos miríadas de segundos y, sin embargo, es uno solo, siempre uno, el que pone en ebullición todo nuestro mundo interior, es el segundo en que (Stendhal lo ha descrito) la flor del interior, saturada ya de todos los jugos, llega como un relámpago a la cristalización: un segundo mágico, parecido al de la procreación y, como él, oculto en el cálido interior de la vida propia, invisible, impalpable, impredecible: misterio vivido una sola vez. Ningún álgebra del espíritu puede calcularlo, ninguna alquimia del presentimiento puede adivinarlo, y raras veces lo capta la percepción de uno mismo».
El protagonista añade al libro en el que sus colegas han recogido su trayectoria biográfica, estás páginas arrancadas al silencio, acompañando así a la obra erudita con esa confesión de los sentimientos que quedaron sin constancia en la primera. Zweig la aborda desde dentro, con un celo emocional e intelectual apasionado, tal como recomienda el maestro a su joven alumno para volcarse en el estudio. La historia, empapada de humanidad y brillantez discursiva, dejará más huella en el sexagenario y reputado profesor que todos los honores y dignidades cosechados a lo largo de su carrera.
En tiempos como los vigentes, tan desarropados de humanismo, dan gusto y dan abrigo intelectual libros como este de Zweig, tan afincados en las claves de la esencia del saber, expuestas con tan lúcida profundidad como primoroso estilo literario
Zweig es arrollador, uno coge un relato y es imposible soltarlo. Le conozco por sus biografías («Magallanes», «Dostoiewsky») y por sus grandes momentos estelares de la humanidad. Aunque lo he leído en español (y siempre las traducciones nos dejan la sensación de que perdimos algo), es el único autor que siento que pese a no leerlo en su idioma original la fascinación es la misma; por lo cual, para mí, sin duda, su prosa es intensísima.