Día de los solteros, la aventura de vivir empoderado

El 11 del 11 es el día contrario a San Valentín. Si bien este ensalza el amor y la pareja como modo perfecto de día, la soltería, elegir estar solo, se celebra con un autorregalo que se procura en este día de otoño. El estilo de vida activo de una persona que permanece soltera, bien porque no se ha casado nunca o bien porque se ha divorciado y desea estar sola, se constata tras varios estudios a lo largo de los últimos años. Si bien antes, el divorcio causó un estigma y un impacto social en los distintos grupos de personas, actualmente, por la salud mental de la pareja, el bienestar de los hijos y otras circunstancias es la salida mejor o necesariamente, la que debía haber tomado hace tiempo, refieren algunos.

Según los datos que aporta el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 67,6 % de la población española está soltera; una cifra que no podrían imaginarse nuestras abuelas que tildaban de solterones a los hombres o el famoso «te vas a quedar para vestir santos» a las mujeres.

Un estado civil que cada día empodera a los solteros que duermen mejor, tienen mejor sexo y son proactivos con familiares y amigos. Gente nueva, experiencias distintas y ninguna sensación de aburrimiento puede ser eso que les haga permanecer en ese estado sine die, tras haber terminado su ciclo vital emparejado a una persona 15 años, 20 los que más y 25 los que comenzaron a salir de niños.

Tras esas experiencias que no han sido afortunadas porque la pareja no ha crecido junta, viene la madurez y con ella, la sensación de plenitud y de tener aún que hacer muchas más cosas. Ya no existen los convencionalismos sociales que nos incitaban a aguantar en un estado civil en donde no encontrábamos paz, ni tampoco tenemos la sensación de tener que buscar una pareja. Desde la posición de elegir hasta la consecución de hacer lo que uno considera oportuno, las personas que permanecen solteras tienen un estado de plenitud y de autonomía que queda relegada cuando una persona comparte todo con otra. Estar casado no es el mejor de los estadios si bien, escaparse de él, sentirse aprisionado o tener la sensación permanente de no poder hacer con libertad lo que uno quiere, empieza a invadir a la persona pasados los cincuenta años.

No hablamos de forma de rebeldía ni tampoco de no asumir los años; estamos hablando de vivir en toda la extensión de la palabra y de no compartir lo que no queremos en un momento dado. La sensación de fracaso deja de ser una penitencia porque el casamiento y posterior divorcio se convierte en una etapa en la que se ha tenido una familia convencional durante dos décadas pongamos, y posteriormente, los 80 años restantes podemos seguir eligiendo otros tipos de vida con otras parejas o personas que nos acompañen en el camino.

El grado de libertad que se disfruta en el estado de la soltería alcanza un valor inmenso si lo comparamos con otras renuncias que tienen que hacer las personas que están en pareja y no pueden, según alegan, hacer muchas actividades que les son propuestas por los que sí permanecen en esa libertad. Quizá si ponemos un pero a esa circunstancia sería la parte afectiva o de acompañamiento diario que no puede estar satisfecho por otros amigos o familiares que nos lleva a cuestionarnos de nuevo si ha existido un fracaso o si es una mera sensación de tener de nuevo paz a cambio de soledad.

Permanecer casado con los consiguientes momentos de infelicidad, otros que hacen que la pareja esté cada una por su lado o que vivan en una permanente mentira  por la sociedad, no es más saludable ni nos hace creer que hemos triunfado. Casados que no se odian pero que el otro le es indiferente, y otros que mueren sin haber compartido ni una triste película en el cine, son muchos de los que hoy todavía se jactan en público de estar emparejados cincuenta años.

Buscar a la persona ideal, demandar lo que verdaderamente se quiere y tratar de encontrar lo que de sobra sería el complemento ideal de nuestras expectativas en la vida, también es una forma de afrontar la soltería y de conocer más personas que siempre enriquecerán nuestro pensamiento, nuestra manera de asir la vida y sobre todo, gente que nos hace tener una perspectiva real de las otras familias, las que nunca han optado por el matrimonio, las personas que permanecen viudas toda la vida o aquellas que decidieron una vez, estar solteras y ser felices.

Casamiento y mortaja del cielo bajan; va a tener razón el refranero…

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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