No es que se haya subido al caballo, es que no se ha bajado de él. No es que tenga la boca negra, es que las cigalas no dejan de ver el bosque. No es que haya cobrado sobresueldos, es que es el que más ha cobrado del toreo.
Lucas León Simón
Este señorito, que parece una estampa de “capataz de paso palio”, lleva siglos viviendo –y cobrando- de la cúspide. Un boato de sueldos, gratificaciones, dietas, donaciones y amaños que le hacen el político “mejor pagado de la democracia”.
Enhorabuena, peperos.
¿Por qué?
Tenéis un político record.
Ahí es, la verdad.
Es el que más “trincao” desde Dioclesiano.
Su vida son los hoteles de lujo y los restaurantes gourmets. Es un insecto para las tarjetas de crédito con cargo al presupuesto. Vertical de la exquisitez a gastos pagados, tiene un aroma de azahar de los señoritingos que en el mundo han sido. Ha perdido cuatro convocatorias electorales, pero mantiene, a mucha honra, su boñiga política. El gaznate le llega al Giraldillo pero te cambia tres demagogias por una copa de manzanilla.
Utiliza la punta de la nariz para tomar vuelo y escancia corrupción al rumor de las secretarías generales. La vida le ha sido siempre fácil, oyendo a los moscardones de la calle Sierpes y alzando altares a Dios y a los terratenientes.
Estuvo a punto de ser de centro pero acabó de profesional del sobresueldo y de las mansiones en Marbella. Ha sido concejal, teniente de alcalde, ministro, secretario general, general del trinconeo y mariscal de campo, del campo del peloteo.
Ya está.
¿Qué sucede ahora?
Voy a volverme a Andalucía.
¿Te dejaran entrar?
Soy el amo de todas las casetas de la Feria de Abril
Andalucía necesita un señorito como tú.
No se trata de impresionar pero la claraboya del cielo del Sur se ilumina cada vez que “se va a Madrid”, que han sido muchas, y la leche agria del partidismo se pone en remojo cuando “invita” a una cena de subsecretarios.
No es que sea un señorito, es que es la quintaesencia del señoritismo. No es que tenga la boca negra, es que es el Dios de todos los enjuagues. No es que haya cobrado sobresueldos, es que su vida es un sobresueldo.
Y el pueblo llano canta por bulerías.
“El señorito de Olvera
tenía menos vergüenza
que el trapo de la escalera.”
Fin de la cita.