Hace muchos años seguí la ruta que en «Gracias y desgracias de Castilla la Vieja» siguió Ramón Carnicer (1912-2007) por esta región. La sabiduría y la palabra del escritor berciano me ayudaron a llenar de ameno contenido aquel viaje en vespa con sucesivos pinchazos.
El autor me había dedicado el libro, que para mi desgracia perdí en una de mis frecuentes mudanzas de juventud. Recuerdo que fue una dedicatoria muy afectuosa y estimulante para quien por entonces se iniciaba en el periodismo.
Ahora, la editorial leonesa Eolas acaba de publicar un valioso compendio analítico de la obra de Carnicer, con acaso el mejor de los títulos posibles: «El viaje de la palabra». Fue sin duda ese género literario el que Ramón Carnicer cultivó con tanto celo como maestría. Ahí está, para quienes de verdad se interesen por esa literatura viajera, su inolvidable «Donde las Hurdes se llaman Cabrera», cuya primera edición data de 1964 y que Alfonso García -en el artículo que firma al respecto- identifica con la comprometida postura ética mantenida por el autor ante la dura realidad de esa comarca.
Pero, además de magníficos libros de viajes, Carnicer escribió excelentes relatos literarios, así como varias novelas, ensayos y biografías, hasta un total de veinticinco libros, a los que hay que añadir numerosos artículos en revistas y periódicos. Fue muy intenso tanto su afán de conocimiento como su preocupación por la lengua, a la que dedicó entre otros un ensayo que deberíamos frecuentar, sobre todo los profesionales de la información: «Desidias y otras lacras del lenguaje de hoy» (Ed. Planeta, 1983).
En «El viaje de la palabra», José Enrique Martínez y Félix Maraña escriben sobre cuestiones generales referidas a la personalidad y obra de Carnicer. Otros autores estudian su obra narrativa, los libros de viaje, las memorias, investigaciones y ensayos. Un compendio de su bibliografía nos ayuda al final a reparar en lo que todavía nos queda por leer de este sobresaliente escritor. Lo haré en breve.