Es difícil casar somier, colchón y almohadas

Oleiros de Velasco

Manual de uso del apéndice espumoso, o cómo decir chorradas que no le interesan a nadie mientras los expertos del mundo se hartan de remover la mierda con un palito, las sociedades se agregan y desagregan y hasta el papa pone el grito en el cielo. No obstante tiene que reconocerse que ciertos problemas domésticos afectan mucho al devenir de la jornada laboral y aun de la paz familiar. Según cómo se mire, estamos ante un problema que puede llegar a ser serio. Hasta aquí el título de la crónica.

Vengo a decir que siendo como es el ancho del colchón de uno treinta y cinco, así debería ser el somier. Y lo es. Y siendo como es el largo del somier de dos metros justos y precisos, no se entiende que el colchón tenga solo uno ochenta. Esta falta de comprensión entre lo que falta de arriba y lo que sobra de abajo viene de hace años y en esta casa no ha habido la determinación necesaria para acordar cómo remendar el desacuerdo.

Han sido años de análisis estériles, de dificultades insalvables, de discusiones parricidas. Total para llegar a la convicción de que el colchón no estira a lo largo y que es una barbaridad cortar a lo largo veinte centímetros de somier.

Ahora bien, si se consiguiese engendrar un paralelepípedo de espuma de poliuretano de alta densidad con las medidas que completasen la merma heredada de una mudanza mal organizada, ahí sí. Ha sido cosa de un día para otro. Por dieciocho euros, que es una cantidad ni mucho ni poco en los tiempos que corren, hemos acortado el tiempo de la indecisión.

El engendro ha de ponerse en la cabecera o en los pies, sumando centímetros para llegar al borde insalvable del somier. José Martín, colchonero de Parla desde las primeras horas de su fundación, opina que es mejor ponerlo en la cabecera, porque aunque la cabeza pesa más que los pies, resulta menos arriesgado el engaño que se le hace al colchón y el sobresalto de media noche. Malo sería que por movimientos imprevisibles de los hombros, acabase desplazándose el despojo hacia la cabecera de la cama que se apoya en la pared, con un vahído inesperado del cráneo en su posición decúbito supino, o bien susto de narices en caso de decúbito prono. Además, las almohadas, la de toda la vida agregada a la ortopédica, actuarían como resorte salvavidas. Si el apéndice espumoso se colocase en los pies, se correría el riesgo de desplazamiento súbito hacia el vacío con el consiguiente percance de  síndrome de vértigo de calcañar, enfermedad que se investiga en la actualidad.

Por todo ello he decidido atenerme a los consejos del facultativo. La duda llegó en el momento de decidir si el apaño de espuma debería colocarse dentro de la bolsa de plástico que me facilitaron en la tienda, o bien desprovisto de ella. Si me inclino por la bolsa, permaneceré de por vida ajeno a los animales dichos ácaros, que causan perjuicios a la salud, para ser más exacto al asma con la que vivo desde el mismo momento de nacer. Si digo que  sin bolsa, ahorraré en ruidos molestos y sobresaltos sobrevenidos.

No ha sido fácil, tengo que reconocerlo. En esta era de la velocidad atroz y el mundo digital instantáneo, me gusta sopesar los términos, afinar  el veredicto.

1 COMENTARIO

  1. Me alegro que hayas resuelto el problema.

    Desde luego la mejor solución es colocar la pieza de gomaespuma en la parte del cabecero por que es donde menos desplazamientos va a tener.

    Y además te aconsejo que el conjunto de goma espuma y colchón lo metas dentro de una funda de colchón de 135×200, no dentro de una bolsa de plástico que no permite la transpiración y hace molestos ruidos como bien contabas.

    Un saludo y cualquier otra duda no tengo inconveniente en intentar ayudar.

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