Es plausible que las personas cuya herramienta básica de trabajo sea la redacción de textos, se esmeren por mejorar el lenguaje que emplean, pues es una obligación moral y una forma de lograr el objetivo al escribir, más aun si se es periodista.
Existe una marcada intención de erradicar los vicios gramaticales que se han enquistado en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, y por eso es frecuente leer contenidos explicativos y aclaratorios, surgidos al calor de la preocupación de esas personas que han entendido la importancia de escribir bien y hablar de la mejor manera. Han entendido que nunca se termina de aprender.
Muchos redactores se han persuadido del inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, y se han dado cuenta de que todo lo que en ellos se escriba o se diga, mal o bien, tiende a arraigarse en el vocabulario. Se han convencido de que esa bondad no puede usarse de manera muy libérrima, pues el efecto pudiera ser igualmente provechoso que dañino. «Es preferible que sea provechoso», dirían algunos.
Pero, así como hay interés por mejorar, también existe una tendencia a incurrir siempre en las mismas impropiedades. Hay muchos periodistas que tienen dificultad para distinguir las palabras por la índole de la entonación, para usar adecuadamente los signos de puntuación y para poner en práctica conocimientos de ortografía elemental, que se adquieren en la educación primaria y se repasan en la secundaria y en la universitaria, además de que siempre utilizan el mismo grupo de palabras, lo cual evidencia una pobreza crítica, a la que de manera directa e indirecta me he referido en mis artículos más recientes, publicados en este importante medio de comunicación.
Abundan los casos de uso inadecuado del verbo en gerundio, errores sintácticos, semánticos y de otra naturaleza. A eso se aúna el hecho de que muchos redactores habituales utilizan palabras cuyo significado difiere del que registran los diccionarios, y conjugan verbos de forma inadecuada, como el caso de querramos en lugar de queramos. De este asunto hablé hace ya varios años, y hoy vuelvo sobre él con el deseo de contribuir con aclarar las dudas que aún quedan.
El hecho de que en Colombia haya periodistas que digan querramos en lugar de queramos, significa que el vicio no es exclusivo de los medios de comunicación y del habla cotidiana de Venezuela, sino que en el país hermano también hay comunicadores descuidados, a los que es prudente darles un «templón de orejas». Hace pocos días un periodista del Canal 1, que a la sazón estaba reportando los hechos violentos que han surgido en varias ciudades luego de que comenzó el paro cívico en esa nación sudamericana, en reiteradas ocasiones incurrió en la impropiedad de decir querramos en vez de queramos, lo cual no debe alarmar, pues pudo haber sido lapsus linguae; pero como en Colombia supuestamente los periodistas están más preparados que los del resto de los países del área, es algo que pudiera ser un elemento para debatir de forma sana y que a la postre resulte provechosa.
El vicio de usar querramos por queramos es favorecido por la analogía con las formas de futuro querré, querrás, querrá, querremos, querrán, y del condicional querría, querrías, querríamos, querrían, del modo indicativo.
La forma queramos es la adecuada si se desea conjugar el verbo querer en primera persona del plural en tiempo presente del modo subjuntivo: «Tal vez queramos pensarlo con calma»; «Héroe o villano, como queramos llamarlo». Es incorrecto decir: «Tal vez querramos pensarlo con calma»; y «Héroe o villano, como querramos llamarlo».
El arraigo de ese vicio es favorecido por el hecho de que muchos periodistas y locutores, con el deseo de «adornar» la prosa y mostrar sus «grandes» conocimientos lingüísticos y orales, sin saber, incurren en impropiedad al usar la forma equivocada. Algo parecido ocurre con otros verbos y con otras formas de conjugarlos. En muchas ocasiones he leído frases como: «Espíritu Santo, venid a mi casa y llévate todas mis preocupaciones y quebrantos»; «Dios bendito, por tu misericordia, hacednos personas de bien». En ambos casos hay dos verbos mal conjugados. En el primero, la forma correcta es «Espíritu Santo, ven…», y en el segundo es: «…haznos personas de bien».
Es recomendable darle un repaso a la conjugación, en función de saber distinguir los tiempos, los modos y las personas gramaticales. De lo contrario, nunca podrán suplirse las deficiencias. Eso de la conjugación es un tanto complicado; pero si le presta la debida atención, podrá ser muy útil para evitar usos inadecuados, como querramos por queramos.
Buenos días, interesante artículo.