¡Esta es mi opinión!

Sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades de Venezuela

Hace pocos días, el lunes 12 de febrero, para ser preciso, recibí por vía de WhatsApp, un mensaje de mi amigo y colega periodista Rubén Darío Gutiérrez, en el que me hizo llegar unas inquietudes de una amiga suya de nacionalidad rusa, de nombre Svieta Nikíforova, que trabaja en una universidad de Moscú, y que en los actuales momentos está desarrollando un trabajo de investigación.

La inquietud se derivaba de una encuesta entre hispanoamericanos, sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades, específicamente los puntos, la coma y cómo fue la enseñanza en esa área, en la época en que los encuestados fueron estudiantes, con hincapié en saber si hubo insistencia en que se aprendiera y si aplazaban alumnos por incurrir en errores de puntuación, aunque fuese uno. ¡Un poco enrevesada la cosa!

Luego de agradecerle la deferencia que tuvo para conmigo el nombrado compañero en el quehacer de la palabra, elaboré un breve texto contentivo de mi opinión, con base en mi experiencia de varios años en esto de escribir, sobre todo de las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, que hoy voy a ampliar, con el deseo de que otras personas con las mismas inquietudes de la amiga de mi amigo, puedan tener una idea clara del origen del problema, sin la pretensión de dictar cátedra, pues solo soy un aficionado del buen decir.

Rubén Darío, aparte de periodista, es analista de temas internacionales, habla con gran fluidez el idioma ruso (traductor), se preocupa por escribir y hablar bien el español; pero lo que más estimo de él, es que es fiel cultivador de la amistad popular.

Sin más ni más le hice saber a Svieta, a través de Rubén Darío, que la enseñanza que se imparte en las escuelas, liceos y universidades de Venezuela, es muy deficiente en cuanto al tema que a ella le preocupa, y eso se debe a que quienes la imparten han recibido una enseñanza igualmente deficiente.

Se enseña de una manera muy superficial, lo cual hace que el alumno solo memorice una que otra regla con la que podrá aprobar un examen; pero le queda muy poco de lo que recibió. Eso ha hecho que hoy haya excelentes ingenieros, sobresalientes abogados, brillantes médicos; pero con graves defectos de ortografía elemental. Pero como no todo debe ser necesariamente malo, hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Le recalqué que debería haber una modificación en el sistema educativo, que permita que el alumno demuestre lo que aprendió, lo cual le proporcionaría herramientas sólidas que le permitirían una escritura y una expresión oral medianamente aceptables.

Le dije que el uso de los signos de puntuación, de los que sobresale la coma, es el dolor de cabeza de muchos profesionales, porque quizás no han valorado la importancia de su rol ante la sociedad. No se han preocupado por escribir bien y hablar de mejor manera.

La ausencia de la coma y su uso cuando no es necesaria, aunada al desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación, son los defectos más frecuentes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, se lo hice saber.

En cuanto a que si en mi época de estudiante la enseñanza fue muy superficial, no dudé en decirle que sí, como hasta ahora lo es, al punto de que hoy día en algunas universidades ya no imparten lenguaje, que es lamentable, pues es fundamental en todas las carreras.

Le comenté que nunca aplazaban alumnos por errores de ortografía, pues si los docentes no la manejaban con facilidad, era muy difícil que los notaran. En este punto hice hincapié en que no todos los docentes tenían dificultades con la ortografía; pero una gran mayoría sí.

También le expresé que la gramática y la ortografía siempre han sido vistas con temor, por lo que deberían implementarse mecanismos que permitan romper esa barrera, para erradicar esos vicios que se han arraigado y que no son difíciles de vencer.

Hubo algo que no le dije, y que siempre recalco en mis publicaciones sobre asuntos gramaticales y lingüísticos, a manera de recordatorio y exhortación. Lo diré una vez más: para escribir bien y hablar de mejor manera, no es necesario tener estudios avanzados sobre el tema lingüístico ni menos aun ser individuo de número de la Real Academia Española.

Solo basta con poner en práctica los fundamentos que se adquirieron en todas las etapas de la educación formal. ¡Así de sencillo!

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

1 COMENTARIO

  1. Bdias ..
    David., antes se enseñaba las conjugaciones verbales. Si no aprendimos a usarlas con propiedad, por lo menos, amplió nuestro vocabulario.

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