Esperanzadora reflexión sobre el compromiso político
En esta sociedad mundializada, en donde la farsa de la economía y de las multinacionales domina el mundo con su irracional carrera por una mayor rentabilidad financiera para beneficio de un puñado, en esta época actual cargada de egoísmo, en la que la sopa oficial informativa se confunde con la comunicación y la propaganda… una película como “On est vivants” de la historiadora, escritora y cineasta chilena Carmen Castillo nos llega en este mes de abril como una bocanada de aire fresco, de esperanza y generosidad, absolutamente vital. Cine necesario como diria Rossellini.
podríamos traducir el título como “Estamos vivos”, o también: cómo a pesar de múltiples derrotas “seguimos viviendo” o “seguimos luchando”, pues esta película documental de esmerada imagen y cuidada dirección artística, nos ofrece una interesante reflexión crítica sobre el sentido del compromiso político y de la militancia, pero también y sobre todo una lúcida mirada sobre el estado real del mundo en que vivimos, y el sentido de las luchas sociales por la justicia y la dignidad a través del planeta.
Como lo afirma con su cálida y firme voz Carmen Castillo, su mirada no es la de un periodista, trabajando en la urgencia del instante presente, sino la de una cineasta y documentalista que ha integrado en su capacidad creadora la noción esencial de lentitud, de reflexión, de poesía y de emoción. El punto de partida de la película es un homenaje póstumo al filósofo y militante trotskista francés Daniel Bensaid, figura sobresaliente del movimiento comunista antiestalinista, fallecido en 2010 y autor de numerosos ensayos políticos, cuyos análisis y reflexiones alimentan el hilo conductor del guión construido por Carmen Castillo.
Su cámara viaja a los dos lugares del mundo que mejor conoce: Francia y América Latina, para tomar algunos fragmentos bien escogidos de la lucha humana por la dignidad contra el desprecio y la miseria. En su película anterior “Calle Santa Fé” se interrogaba ya sobre lo bien fundado de la lucha armada contra el régimen fascista de Augusto Pinochet, evocando la vida y la muerte de su compañero, Miguel Enriquez, militante del Mir chileno. Ahora en “On est vivants” plantea en cierto modo la misma cuestión pero de forma más general y universal, en este mundo neoliberal y mundializado que ha ido creciendo sobre las cenizas de la experiencia revolucionaria chilena, y de otras revoluciones aplastadas o traicionadas en nuestro planeta.
¿En qué consiste hoy el compromiso político? ¿Es posible todavía cambiar el mundo, modificar el curso de las cosas? ¿O bien la crisis es inevitable y las multinacionales invencibles y todopoderosas? Como Bensaid, Castillo responde de manera inequívoca con una especie de tónico llamado a la juventud a vivir en resistencia, aún cuando las alternativas no son evidentes, a encontrar su propia razón de existir en las luchas sociales múltiples, esas luchas cotidianas a través del mundo, en las que los héroes anónimos son los verdaderos actores de nuestra Historia.
Josefa, de Brasil. Arriba, indígenas en Cochabamba“On est vivants” predica a contracorriente de ese discurso oficial, machacado mil veces por los medios informativos preponderantes que busca demostrar cada día la ineficacia de la lucha contra los poderosos del planeta, y el carácter ineluctable de “la crisis económica” que dicta austeridad y resignación para los de abajo y privilegios cada vez mayores para sus dirigentes políticos y económicos. Con algunos ejemplos concretos Carmen Castillo prueba que a pesar de múltiples derrotas, la lucha por la dignidad sigue su camino y se apunta algunas victorias muy significativas y esperanzadoras.
En México, la lucha de los zapatistas frente a la indiferencia general de la “izquierda” mexicana; en Brasil la batalla del movimiento de los sin tierra, que empezó contra la dictadura y perdura hoy en democracia; en Bolivia la guerra del agua contra las multinacionales y la victoria electoral de Evo Morales llevado al poder por el movimiento indígena social y sindical; en Francia la lucha cotidiana de las asociaciones de mujeres en los barrios periféricos de Marsella, abandonados de la mano del Estado que no de Dios; en París la lucha de los sin techo para obtener un albergue para sus familias; o en Francia también la lucha de los obreros y sindicalistas de la refinería Total de Donges, cuya huelga en 2010 fue una de esas derrotas que dejaron el sabor de una victoria en el combate por la dignidad humana y la solidaridad.
Ejemplos bien escogidos de luchas sociales, pocas veces transformadas en victorias políticas, luchas de hombres y mujeres anónimos, dispuestos a vivir de pie, frente al cálculo económico de un sistema neoliberal que ha conducido las instituciones democráticas a un evidente atolladero. La fuerte abstención en las elecciones democráticas en Europa y en el mundo occidental pone de relieve la desconfianza de la gente hacia una clase política en el seno de la cual se multiplican los casos de corrupción. Por un lado el militantismo político de la juventud de los años sesenta ha dejado en el camino muchas ilusiones, con la debacle del estalinismo y de tantas revoluciones traicionadas, pero por otro el neoliberalismo económico sigue en su ceguera estrellándonos contra un muro al afirmar el derecho de propiedad frente al derecho de existencia del ser humano.
Mujeres de la periferia de Marsella. Arriva, Oscar, en Bolivia
En su tentativa de negar la existencia de atroces desigualdades, en su tentativa de negar la lucha de clases, como algo obsoleto o pasado de moda, el neoliberalismo, con sus ERES, sus despidos bursátiles, su organización “legal” de la estafa fiscal, su carrera al consumo a ultranza y al “crecimiento”, favorece los conflictos bélicos, las guerras de religión y las catástrofes contra el medio ambiente. La única guerra justa en cualquier lugar del mundo es la que hay que librar contra la injusticia social, tal es la conclusión que me sugiere la película de Carmen Castillo.
Excelente película documental con un buen mensaje para hombres y mujeres de todas las edades, jóvenes o ancianos, sobre el sentido de la lucha hoy en día, con la esperanza de que la indignación se transforme en Resistencia.
Desanimado al final de su vida después de tantos combates, Simon Bolivar dijo algo así como “… los revolucionarios hemos arado en el mar y sembrado en el desierto”, una frase en la que me ha hecho pensar esta película, pues Castillo como Bensaid se alzan con fuerza contra ese desánimo, afirmando que la Resistencia es un modo de vida, una forma de seguir vivos, de pie frente a la injusticia. No puede haber una vida digna sin combate, la única derrota verdadera es la del que nunca luchó por su libertad. Viejo adagio siempre confirmado.
Como afirma en la película Oscar Olivera, dirigente sindical boliviano, el principal enemigo de las luchas sociales es el propio miedo y la resignación de la gente. Solo la lucha colectiva puede hacer retroceder la servidumbre voluntaria instaurada por el actual neoliberalismo económico que sigue navegando, ya lo decía Marx, en “las aguas heladas del cálculo egoista”.
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