EL RN (Rassemblement National) de Marine Le Pen quedó en cabeza de las elecciones europeas en Francia con 23,3 % de votos, mientras que LREM (La república en marcha) del presidente Emmanuel Macron, con 22,1 % de votos, sale derrotado de ese duelo que él mismo había definido como la cuestión esencial de este escrutinio.
La campaña de Macron en esta elección europea, apoyada por una gran parte de los medios informativos a su servicio, ha consistido en presentarla como un duelo con el RN, entre “progresistas” y “nacionalistas”. Frente al auge de los partidos de extrema derecha o nacionalistas en Francia y en Europa, Macron, con su política ultra liberal antisocial y antiecológica se había autoproclamado como única alternativa posible. El resultado es su evidente fracaso.
La estrategia política que condujo a Macron a la presidencia de la República, derrotando en la segunda vuelta de la elección a Marine Le Pen en 2017, ha fracasado en esta elección europea con sistema proporcional y a una sola vuelta, poniendo de manifiesto la fragilidad y carencia de legitimidad de su mayoría presidencial, que solo representa a 20 % de franceses.
Jugando a aprendiz de brujo Macron va a lograr a este ritmo que la extrema derecha se haga con el poder en Francia, pues cabe constatar que el RN de extrema derecha es el primer beneficiario de las consecuencias desastrosas de la política antisocial de Macron, y de su violenta represión contra el movimiento popular de los gilets jaunes., que sigue vivo desde hace más de seis meses. La política de Macron ha aumentado la injusticia social, las desigualdades y la violencia policial, favoreciendo aun más el progreso de la extrema derecha francesa.
La participación electoral del 50,5 %, aunque mucho mayor que en las elecciones europeas de 2014 (42,43 %) sigue siendo un factor importante que muestra el rechazo de las clases populares que han dejado de creer en el discurso de la clase política. Una buena parte de los gilets jaunes habían llamado de hecho a la abstención.
En tercera posición con 13,1 % de votos llega la lista del Partido ecologista, EELV, que es sin duda el primer beneficiado de la fuerte movilización de la juventud en toda Europa en los últimos meses contra las consecuencias catastróficas del cambio climático. El progreso de los ecologistas muestra bien que, tras la dimisión del ministro Nicolas Hulot, nadie se cree hoy en Francia el pretendido “progresismo” y “ecologismo” de Macron, que es una especie de “nuevo lenguaje”, como lo entendía Orwell en su genial obra “1984”, siempre de absoluta actualidad.
En cuarta posición la derecha del partido LR (Los republicanos), que obtiene 8,4 % de votos, sin llegar a desaparecer, muestra la hemorragia del voto histórico gaullista o conservador en Francia, que se ha dispersado entre el oportunismo liberal de Macron y la extrema derecha lepenista. Pero un núcleo duro se mantiene y espera su revancha frente un LREM (movimiento macronista) que todavía no ha probado su solidez como partido político con futuro propio.
La izquierda francesa con Francia Insumisa (6,6 %) y Partido Socialista/Place Publique (6,6 %) pagan ex equo el fruto de sus divisiones, en una elección que por ser a una vuelta y escrutinio proporcional, invitaba a cada cual a jugar por separado. Los que apostaron por la desaparición del Partido Socialista se han equivocado, aunque el paso de Hollande/Valls y Macron, han reducido el antiguo PS a su mínima expresión, pero probablemente es lo poco que queda de izquierdas en la socialdemocracia francesa.
Para la Francia insumisa, principal fuerza de izquierdas en la ultima elección presidencial, el resultado es decepcionante, por debajo del 9 % obtenido en 2014, y sin haber logrado la dinámica electoral de la presidencial de 2017 en la primera vuelta. A pesar de una excelente campaña conducida por la joven y muy prometedora Manon Aubry, la estrategia política de Melenchon de buscar reconstruir la izquierda en torno a su partido no ha dado los resultados esperados.
La izquierda dividida en mil pedazos no ha logrado convencer a los abstencionistas casi, 50 por ciento del cuerpo electoral, y tampoco ha vencido la desconfianza hacia la clase política expresada por el espontáneo movimiento popular de los gilets jaunes, a pesar de que las reivindicaciones sociales de ese movimiento están más cerca de las posiciones de la izquierda que del programa de la extrema derecha, quien se opone por cierto al aumento del salario mínimo.
A mi juicio, el desafío y la apuesta urgente de la izquierda francesa para las próximas elecciones municipales, legislativas y presidenciales a venir, pero también en la lucha social, sindical y ecológica en los meses venideros, es la urgente necesidad de componer un programa de unión de la izquierda, con representación proporcional al peso de cada formación política, desde los ecologistas a Francia insumisa, los socialistas, los comunistas, y todos aquellos que se reconozcan en un programa común por una Europa ecológica y social.
Frente a la política ultra liberal de Macron, frente a las políticas de austeridad del FMI y de la Comisión de Bruselas, y frente al auge y la amenaza de una mayoría de extrema derecha, la única alternativa es seguir combatiendo, una vez más contra la corriente, por una coalición de izquierdas en Francia, como en Europa.
El resultado electoral en Francia anuncia una grave fractura en la rexpublica, que a falta de expresión democrática en las urnas, con un escrutinio proporcional, traerá inevitablemente nuevas explosiones sociales.