Maratón de ceremonias ha tenido en su gira a Chile de dos días y medio, el papa Francisco. Tuvo que levantarse casi de madrugada para estar listo a las 8 de la mañana, que empezaban sus actividades oficiales y se terminaban muy de noche, informa Teresa Gurza.
Hoy voló tempranito a la ciudad de Osorno para trasladarse en coche a Maquehue, en la ciudad de Temuco, capital de la Araucanía y tierra de los indios mapuches, donde celebró una Misa por el Progreso, ambientada con instrumentos indígenas en lugar de campanas, y en la que representantes de diferentes etnias de la zona realizaron las peticiones y entregaron las ofrendas.
Ha sido ese, un lugar en el que ha habido durante siglos rezagos sociales, abandono de los gobiernos, racismo bastante generalizado del resto de los chilenos, y problemas de algunos grupos nativos y actuales propietarios de tierras, que los mapuches reclaman como suyas. Y en rechazo a la visita papal, fue quemada anoche, una iglesia en Collipulli.
Hoy día 17 hubo molestia por que la policía no permitía acceder a los recintos donde estaría el Papa. A la misa llegaron cerca de 200 000 personas, bastante menos que las 400 000 que se esperaban, lo que se atribuyó al intenso frío, a que había que caminar siete kilómetros para llegar al lugar, y a los operativos de seguridad implementados por los carabineros.
Y es que el papa Francisco ha debido enfrentar en Chile conflictos que él no causó, como el atraso secular en que han estado inmersos los integrantes de las diferentes etnias que hay en Chile, en comparación con el desarrollo alcanzado por el resto del país; los abusos sexuales por parte de miembros del clero, y el repudio hacía algunos obispos, principalmente hacía el titular de la Diócesis de Osorno, Juan Barros, por su complicidad con sacerdotes pedófilos, quien lejos de renunciar para aminorar las cosas, o ausentarse de los actos papales, estuvo ayer en los eventos de Santiago y hoy en la Misa por el Progreso.
Seguramente por eso, el tema de la Epístola y de la homilía papal fue contra la violencia y por la reconciliación. Empezó por decir que esa tierra preciosa “vista con ojos de turistas, nos deja extasiados, pero si nos acercamos con otros ojos, oímos a sus pueblos nativos cantar con tristeza”.
Se refirió a las lágrimas de dolor que se derraman en el mundo “por el avasallamiento de unos sobre los otros”. Y recordó que en esa base aérea de Maquehue, lugar de la ceremonia, se produjeron “gravísimas violaciones a los Derechos Humanos”, ofreciendo la misa por todos los que ahí sufrieron y por los que siguen sufriendo.
Después llamó a no confundir igualdad con uniformidad, precisando que la unidad reconoce la diversidad y lo que cada pueblo puede ofrecer con toda su riqueza cultural, “porque no hay culturas superiores ni culturas inferiores”. Reforzó que la unidad se basa en el reconocimiento del otro y reclama reconciliación, solidaridad y ser escuchados, advirtiendo de que el reconocimiento mutuo no puede basarse en la violencia, que aniquila al otro y vuelve mentirosa la causa más justa; y que la unidad se fractura si hay acuerdos políticos que no se cumplen.
Concluyó deseando llegar a ser juntos “artesanos de la paz y constructores de la Historia”, y reiterando que hay que salir del vecindario a mirar otros rostros.
Ayer por la noche, el Papa tuvo un encuentro privado del que nada se sabe, con víctimas del sacerdote Karadima. Hoy por la tarde estará en la ciudad de Iquique, en norte chileno, para presidir otra misa y volar enseguida a Perú.