En medio de un silencio sepulcral que reinaba en un valle de Guizhou, una mujer de etnia Tong descendía con sus cestas y su cuchillo tradicional a la cintura, perdiendo su caminar por una carretera serpenteante que se desvanecía en el mismísimo lugar en donde se perdían los ecos de las voces de los pastores.
La había seguido con mi cámara, intentando encontrar el momento en que su silueta pudiera recortarse en una composición artística que formara parte de un paisaje nostálgico, evocador de una Era pasada.
En el día anterior los campesinos de etnia Miao de un poblado cercano habían festejado su alegría en medio de bailes ancestrales en que las mujeres mecían su colorida vestimenta, adornadas sus cabezas con grandes coronas plateadas.
Los hombres habían vuelto a tocar sus tradicionales Lusheng, con los que agradecían a los dioses por sus buenas cosechas y cualquier caminante que se acercara a la aldea había sido obsequiado con un cuerno de cabra relleno de un fuerte alcohol obtenido a partir de cereales fermentados. Todos habíamos sido bien recibidos, todos habíamos terminado bailando.
Se trataba de un lugar de Guizhou, de una porción de la bella China desconocida.
Si bien muchos viajeros cuando oyen hablar de China ineludiblemente encuentran en su mente imágenes de Pekín o de Shanghai, pocos han sabido encontrar el tiempo para descubrir la enorme riqueza cultural que esgrime la China incógnita.
Guizhou es, en mi opinión, una de las provincias Chinas que contienen el patrimonio cultural y étnico más interesante del país, junto a Yunnan y a Guanxi. Si bien tradicionalmente ha sido un lugar evitado por los viajeros debido a su pobreza y sus a veces tan difíciles carreteras, Guizhou alberga nada menos que 48 grupos étnicos de China, entre los que destacan los Miao, los Tong, los Yi o los Shui, además de una gran variedad de tradiciones religiosas, como Budismo, Confucianismo, sectas diferentes, Politeísmo relacionado con los elementos de la naturaleza, o incluso algunas minorías musulmanas. Muchos de sus componentes étnicos, religiosos, culturales y gastronómicos se conservan intactos desde hace muchos siglos, por lo que aquel moderno explorador que quisiera verse incentivado en el afán de vivir una experiencia única, bien podría dirigirse a Guizhou.