El 9 de febrero de 1980 se celebró en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid un concierto-homenaje a José Enrique Cano «Canito», batería del grupo Tos (luego Los Secretos), quien había muerto en un accidente de tráfico. Actuaron Alaska y los Pegamoides, Mamá, Nacha Pop, Los Bólidos, Mario Tenia y los Solitarios y otras formaciones de aquellos años.
Según los historiadores, el concierto fue el acto inaugural de lo que se conoce como la Movida madrileña, un término atribuido al escritor Francisco Umbral, quien lo habría utilizado por primera vez en uno de sus artículos de «El País». El concierto fue retransmitido en directo por varias cadenas de radio, y TVE lo grabó para el programa «Aplauso».
Algunos periódicos publicaron crónicas ilustradas con fotografías. Cuentan Jesús Ordovás y Patricia Godes en «Guía del Madrid de la Movida» (Anaya Touring) que DJ Foro, un fotógrafo profesional muy vinculado a aquel ambiente, estuvo en el escenario haciendo fotos para la posteridad «hasta que me di cuenta de que no llevaba carrete».
El libro de Ordovás y Godes rescata aquel fenómeno que revolucionó el panorama de la cultura juvenil de los últimos años del siglo veinte.
Una revolución cultural urbana
A finales de los años setenta70 el pop-rock que hacían los grupos españoles asumía las influencias de las tendencias ya asentadas en otros países, sobre todo en el Reino Unido. Heavy, punk, tecno y otros géneros fueron adoptados por formaciones que rompían con el pop español tradicional de los sesenta y los setenta, incluso en los nombres, que eran también en buena medida como una provocación antisistema: Kaka de Luxe, Toreros Muertos, Coz, Parálisis Permanente…
La mayoría eran de Madrid pero algunos grupos de provincias que recalaban en la capital se hicieron acreedores de figurar en la nómina de la Movida: Siniestro Total de Vigo, Santiago Auserón (Radio Futura) de Zaragoza, Loquillo y los Trogloditas de Barcelona…
Siempre se relaciona la Movida con la música pop-rock de los grupos que marcaron con más fuerza la impronta de aquel momento cultural. Pero la Movida no fue sólo música. Ahí está el cine de Almodóvar («Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón», «Laberinto de pasiones»), la fotografía (Alberto García-Alix, Ouka Lele, Miguel Trillo, Mariví Ibarrola, Antonio Catalán, Pablo Mínguez, Vicente Lluna, Domingo J. Casas), las artes plásticas (Ceesepe, El Hortelano, El Zurdo, Los Costus, Dis Berlin, Juan Ugalde) , el periodismo (Paloma Chamorro, Jorge Berlanga, Agustín Tena, Borja Casani, Moncho Alpuente, José Manuel Costa, Diego A. Manrique y publicaciones como «La Luna de Madrid», «Rockdeluxe», «Star» o «Madrid me Mata»), la literatura (Mariano Antolín Rato, Eduardo Haro Ibars, Luis Antonio de Villena), el teatro alternativo de salas como El Gallo Vallekano, la televisión («La Edad de Oro», «La Bola de Cristal»), las radios libres, el diseño… y los fenómenos que surgieron en paralelo a los escenarios y los discos, como los fanzines, los tags en paredes y muros con firmas de Muelle, Snow o Bleck La Rata, que evolucionaron hacia el arte urbano de los murales pintados con spray.
«Guía del Madrid de la Movida» se presenta como una de esas guías de viaje para turistas que sugieren rutas, museos, monumentos, restaurantes, lugares de culto, plazas y jardines de las ciudades y de los países que promocionan. El Madrid de esta guía es la ciudad que fue testigo de los acontecimientos relacionados con la Movida y de los escenarios urbanos que frecuentaron sus protagonistas.
Aquí se habla de las salas y de las discotecas que acogieron los conciertos de grupos y cantantes de la Movida, de los locales en los que ensayaban, de las tiendas que vendían sus discos, de las discográficas que los editaban, de las librerías que almacenaban la literatura que consumían los protagonistas y sus seguidores, de los bares, clubes, restaurantes y drugstores que frecuentaban, y de las tribus urbanas de aquella ola de modernismo…
Ha sido un acierto de los autores clasificar por barrios el fenómeno de la Movida aportando además los callejeros de cada distrito porque, aunque en todos ellos había características comunes, cada uno tenía también su personalidad y sus elementos particulares. Los grupos y los locales de Malasaña o Carabanchel eran distintos a los que nacieron en la zona de Sol y la Gran Vía. La clientela de Rock-Ola, Joy Eslava y El Sol era diferente a la de la Sala Imperio de Carabanchel, los asiduos a El Cock y al Museo Chicote no eran los mismos que frecuentaban los bajos de Aurrerá en Argüelles, y la música de Los Elegantes y de Alaska y los Pegamoides estaba lejos de la que hacían los vallecanos Asfalto, Leño, Barón Rojo o Rosendo.
Ordovás y Godes recorren el Madrid que acogió aquellas manifestaciones de un movimiento que ha dejado una huella importante en la cultura de la ciudad y que se extendió a todo el país. Rescatan a personajes que la protagonizaron y que han quedado relegados a un olvido injusto, a otros que triunfaron entonces y a quienes aún hoy se mantienen en plena actividad y siguen teniendo éxito en sus respectivas ocupaciones profesionales, como El Gran Wyoming, Ramoncín, Loquillo, Almodóvar y Olvido Alaska, algunos de los cuales colaboran en este libro aportando sus particulares rutas de aquel Madrid de la Movida.
En aquellos entonces era un referente del punk gracias a coda, llegaron a tocar en aquella sala multitud de grupos ingleses, como Barracudas o los UK subs y los recien estrenados ilegales.
«La movida madrileña» y sus accesorios de gran recuerdo para el de la voz, en ese entonces estudiante en la Universidad Complutense de Madrid. Felicitaciones y saludos desde México.