Se publica una edición conmemorativa de los cincuenta años de la novela de Juan Marsé
Quienes lean por primera vez “Últimas tardes con Teresa”, cuya edición conmemorativa de los 50 años de su aparición acaba de editar Seix Barral, han de hacer necesariamente un esfuerzo de contextualización histórica si quieren entender todos los significados del entramado sociopolítico sobre el que discurre la narración.
A finales de la década de los años cincuenta, en los que se sitúa la novela de Marsé, España era una dictadura en la que tanto la protesta política como las expresiones cercanas a la moralidad de las sociedades libres estaban fuertemente reprimidas por los poderes políticos y religiosos, apoyados por una burguesía casi exclusivamente preocupada por el medro económico.
Una nueva generación de jóvenes que en aquellos años iniciaba su formación superior, muchos de ellos hijos de esos mismos burgueses, hicieron de la universidad, desde un progresismo antisistema, el campo para la protesta contra el régimen y de paso la expresión de su enfrentamiento generacional. Armados de una formación intelectual elitista identificada sobre todo con la izquierda comunista, entre sus objetivos no era el menos importante el conseguir la unidad de las fuerzas de la cultura con el movimiento obrero.
Los universitarios, formados en el imaginario simbólico por el socialrealismo de la literatura soviética, tenían tendencia a mitificar los valores del mundo del proletariado y a pensar en la existencia de una conciencia de clase en los trabajadores explotados por el capitalismo, lo cual estaba muy lejos de la realidad.
Entre la sátira y la crítica social, Marsé muestra en esta novela el descreimiento respecto a ciertas actitudes progresistas de los universitarios, llegando incluso a denunciar la falsedad de algunas expresiones de la izquierda, todo lo cual, a mediados de los años sesenta en que fue publicada la novela, era toda una osadía por la que cosechó numerosas críticas desde la oposición al franquismo de aquel momento.
Mientras la inexistencia de una arraigada conciencia de clase en el movimiento obrero se entendió como un ataque a los valores de la militancia clandestina, la banalización de la lucha universitaria contra la dictadura que se manifiesta en la novela fue calificada como reaccionaria. Curiosamente, en los censores del régimen las preocupaciones estaban más centradas en los aspectos eróticos y morales de la novela que en el simbolismo político de la trama, como demuestra la documentación que se añade en las últimas páginas de esta edición conmemorativa.
Juan Marsé sitúa en la Barcelona de aquellos últimos años 50 a los protagonistas de su novela, pertenecientes a esos dos mundos, el universitario y el obrero, si no enfrentados, tan distantes. Julia Serrat es una joven estudiante progresista de una familia burguesa de la Barcelona industrial que conoce, por avatares del destino, a Manolo Reyes, un joven charnego cuyas actividades, más que en la clase obrera se inscriben en el lumpemproletariado de los barrios marginales de la gran Barcelona, donde es conocido como el Pijoaparte (es en esta novela en la que nace el personaje que aparecerá en obras posteriores de Marsé).
Entre ambos surge una atracción fatal que les lleva a iniciar unas relaciones sobre las que planea la muerte de una amiga común que agoniza en un hospital a causa de un accidente del que ambos se sienten, en cierto modo, culpables. Sus contactos permanentes (ambos coinciden diariamente en la habitación del hospital) se van transformando en una pasión amorosa que cambia la deriva de sus vidas y de las relaciones con sus familias y con sus respectivos entornos, una situación “contra natura”, sin porvenir, en cuyo desenlace se advierten augurios de tragedia.
Comentario aparte merece el tratamiento literario del texto, en el que Juan Marsé introduce novedosas formas narrativas, pasando del objetivismo y el monólogo interior al narrador omnisciente y a la narración subjetiva desde diferentes personajes, mezclando los contenidos oníricos de los sueños y la imaginación con los acontecimientos de la trama argumental, una fórmula que alcanza una gran perfección en el penúltimo capítulo.
Con una portada diferente a todas las ediciones anteriores, que mostraban una fotografía de Oriol Maspons de la modelo danesa Susan Holmquist (aquella para quien Joan Manuel Serrat compusiera “Conillet de vellut”), esta edición conmemorativa incluye documentación que la censura del momento llevó a cabo sobre la novela, censura sobre la que Juan Marsé escribe un epílogo especial.