La cara oculta de la IA

Roberto Cataldi[1]

Uno de los asuntos que constituye un tema convocante del mundo contemporáneo, que motiva el análisis e incluso genera preocupación, desde expertos a ciudadanos corrientes, tanto o más que el cambio climático o una nueva contienda mundial, es sin duda la inteligencia artificial (IA).

En cualquier medio informativo, evento, congreso de la especialidad que fuera, reunión de amigos o charla de café, parece imposible que no surja la IA como tópico, y se la aborde a menudo de manera bifronte.

No es casual, ya que se invierten fortunas en lograr avances con ella, y no precisamente porque la intención sea mejorar la calidad de vida de la población, menos solucionar alguno de los dramas humanitarios que asolan el mundo de nuestros días.

En efecto, la alianza entre la tecnología digital y la política hoy se verifica en lo alto del poder mundial, entre los magnates tecnológicos y los líderes políticos de las principales potencias (todos expertos en negocios), con un claro sentido autoritario y absolutista, pero con la cosmética de la democracia o de la libertad (solo de mercado), y tras las bambalinas, el propósito furtivo de instalar el paradigma de la «sumisión inducida», que inevitablemente nos conduce como por un túnel al totalitarismo y la esclavitud.

Hace casi setenta años John McCarthy, quien creía que el pensamiento podía ser simulado por máquinas, acuño la expresión IA, pero el debate actual sobre sus insospechados alcances, por cierto inquietantes, comenzaron con la IAG (generativa) y el ChatGPT.

Ante todo, debemos reconocerle a la IA numerosas ventajas en los distintos ámbitos de la vida, facilitando e incluso brindando precisión a procesos y operaciones, desde la ciencia en sus distintas ramas a la vida hogareña y en comunidad, también como soporte del arte, la música, la escritura, y tantas otras actividades.

No podemos negar que su uso nos ha facilitado muchas tareas y estimo que esto se halla fuera de discusión. Sin embargo, la sobrevaloración, impulsada por una hábil campaña marketinera, en todos los medios y a toda hora, puede conducirnos al disparate, como pretender que un androide reemplace la labor específica de un médico, un profesor, un juez, un psicólogo, un sacerdote, o incluso la sustitución de una mujer por una novia-robo; en fin, existe una clara negación de la condición humana, y en este desatino no se tiene presente que los seres humanos no somos un software. Un juego manipulador que se concreta a través de los algoritmos.

Estudiantes-©123RF-e1764002529551-900x518 La cara oculta de la IA

Como ser, la irrupción entre los alumnos universitarios de la IA y el ChatGPT, trae serios problemas al suplantar el esfuerzo intelectual y evitar el aprendizaje. Su mal uso implica desconocer el camino recorrido (método) para llegar a la respuesta correcta, pues, al no ser una guía de razonamiento da un salto y ofrece la respuesta. En efecto, entre la pregunta y la respuesta desaparece la tarea laboriosa que desarrolla el cerebro humano. Lo alarmante es que tesis, monografías, resúmenes, entre otros trabajos intelectuales, se hacen con el ChatGPT, que está plagado de errores, situación que nos obliga a los profesores a retomar las evaluaciones orales y los escritos en las clases presenciales.

Michio Kaku, con mucha razón, nos advierte que el robot y los algoritmos ejecutan tareas repetitivas, y que son incapaces de improvisar como un jardinero o un carpintero.

Para Noam Chomsky, lo grave del chat es ser un plagio, un robo de propiedad intelectual, y propone dejar de llamarla IA y nombrarla «software de plagio»,ya que, «no crea nada, sino que copia obras existentes de artistas existentes y las cambia de tal manera que puedan escapar a los derechos de autor».

También, nuestros discursos no clarifican la diferencia entre copiar y pegar pensamientos respecto de pensar. Chomsky ve algo negativo en la IA cuando se da por sentado lo complejo del fenómeno o la realidad de la conciencia.

Al referirse al lenguaje, una de sus especialidades, nos recuerda la distinción que formula Aristóteles entre «posesión» y «uso» del conocimiento, es decir, «competencia» y «desempeño». Y sostiene que, «la mente humana es un sistema sorprendentemente eficiente y elegante que trabaja con una cantidad finita de información. No trata de corromper correlaciones de los datos, sino de crear explicaciones».

Hoy por hoy muchos se preguntan cómo será en un futuro próximo la producción de diversos objetos, las noticias, las investigaciones científicas, y qué sucederá con los empleos. Esto tiene implicancias sociales, porque aumenta la desigualdad, se perpetúan sesgos raciales y de género, así como se convalida la apropiación indebida y la explotación de saberes. Para cualquier observador es evidente la persecución de la monopolización a nivel global, así como el predominio del pensamiento imperialista.

El mayor enigma de nuestros días, según Giuliano Da Empoli, sería el desafío al Estado-nación (el Leviatán de Hobbes) por los algoritmos, gobernados por IA. Lo disruptivo sería que la IA podría crear cosas nuevas por sí sola… Esto lo ha tomado hábilmente el cine y las series televisivas que nos cuentan historias donde los robots y las maquinas se hacen con el poder, se adueñan del mundo, y esclavizan a los seres humanos. No hay duda que estas ficciones alimentan en la población el creciente temor a una IA que siga desregulada y descontrolada.

En fin, el peligro está latente y las alarmas no dejan de sonar. De ninguna manera se espera que la IA sea desmontada o impedida en su avance positivo ni en las ventajas que nadie niega. No se trata de oponerse al progreso. Pero es necesario entender, de una vez por todas, que no todo lo que se puede hacer, debe hacerse, pues hay límites éticos.

La política y el derecho se han quedado muy atrás, ya que deben asumir la responsabilidad que les corresponde ante la ciudadanía, abandonando esa actitud de mirar distractivamente, porque no se puede desviar la atención cuando el futuro de la humanidad está en juego.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)
editor
Los editores de Periodistas en Español valoran las informaciones y artículos recibidos en la redacción con criterios profesionales y tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir las normas deontológicas que deben suscribir todos los colaboradores.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.