La fe estorba

Al terminar su Asamblea Anual, la semana pasada, la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG) emitió una declaración cuya conclusión más importante fue la incoherencia entre la fe y la práctica social, económica y política de quienes se dicen cristianos.

Monseñor Mario Molina, vicepresidente de la CEG, criticó lo que denominó “poner en paréntesis el aspecto moral de la fe”, en referencia precisamente a esa incongruencia. En nuestro país, un altísimo porcentaje de la población es cristiana, de diferentes religiones. Si uno le pregunta a un político, a un empresario, a un trabajador o a cualquiera  si es creyente, seguramente casi todos responderán, airadamente, que sí lo son. Llama la atención cómo las relaciones sociales cada vez más están, formalmente, impregnadas de religiosidad.

“Bendiciones” suelen decirnos nuestros amigos, cuando nos despedimos. “Que Dios te acompañe”, desean otros. Y hasta el presidente suele terminar sus discursos diciendo: “Que Dios los bendiga”.

Al criticar contundentemente  la falta de “ética pública”, monseñor Molina se refirió al olvido de ella y afirmó “que hay normas éticas para la política, el comercio, las finanzas, la educación, la cultura y los medios de comunicación”.

Algunas reacciones defensivas ante la contundente crítica de la Iglesia Católica señalaron que no debe generalizarse, porque no todos los guatemaltecos (as) somos incoherentes, no reconociendo que los obispos están poniendo el dedo en una llaga que infecta de manera general a la sociedad y al Estado, realidad que no podemos negar amparándonos en buenos procederes de algunos creyentes.

La doble moral es una realidad que ha adquirido carta de legitimidad. La fe se ha restringido a la ritualidad intrascendente, útil solo para apariencias cínicas.

Si fuéramos realmente coherentes con nuestra fe, quienes nos definimos cristianos, sin importar la religión con la cual nos identifiquemos o practiquemos, no podríamos ser políticos que engañan descaradamente a la población, funcionarios corruptos que al mismo tiempo hablan hipócritamente de transparencia, jueces que se rinden ante los poderes fácticos, empresarios que solo les interesa la ganancia en sus inversiones, caracterizándose por su indolencia ante la desigualdad que a ellos inhumanamente favorece; periodistas que solo reclamamos derechos, pero no informamos ni opinamos con responsabilidad; dirigentes sociales que viven del conflicto, funcionarios internacionales que viven en Guatemala como nunca lo harían en sus países a costa de alimentar la conflictividad, etc.

Los obispos también tienen razón cuando alertan sobre los riesgos que plantea la dinámica electoral en relación con  esta problemática. Este año se desatarán pasiones que estarán sustentadas en la lucha por el poder como un fin para satisfacer intereses privados.

Saquemos a la fe del paréntesis en que la hemos vilmente escondido.

Ileana Alamilla
Fallece en enero de 2018. Abogada, notaria, periodista. Presidenta de la Comisión de Libertad de Prensa de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Analista en temas de libertad de emisión de pensamiento y de prensa. Coordinadora del Observatorio de los Periodistas y Directora de la agencia Cerigua. Consultora de Agencias del Sistema de Naciones Unidas, de entidades de investigación y de Organismos no Gubernamentales. Miembra de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Genero y onsultora en temas de género.

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