“A ella más que nada le encantaba el momento en que terminas un libro y la historia sigue en tu cabeza como un sueño muy real”
“La librería”, de la realizadora barcelonesa Isabel Coixet, Premio a la mejor adaptación literaria en la Feria del Libro de Frankfurt, es una excelente película basada en la novela homónima publicada en 1978 por la escritora británica Penelope Fitzgerald (1916-2000).
Un drama muy británico con un reparto encabezado por actriz inglesa Emily Morttimer (“La invención de Hugo”, “Match Point”), secundada por el siempre extraordinario Bill Nighy (“Love Actually”, “Su mejor historia”) y Patricia Clarkson (inolvidable en “Aprendiendo a conducir”). Una de las características más encomiables de Isabel Coixet, que ya tiene un amplio historial profesional (desde que en 1989 debutara con “Demasiado viejo para morir joven”) y normalmente rueda fuera de nuestro país, es la siempre acertada elección de los actores. En este caso, el casting se completa con los españoles Jorge Suquet y Charlotte Vega.
La librería es la historia de una mujer, una londinense que se ha quedado viuda y, a finales del años 1950, decide abrir un librería en un pequeño pueblo de la costa, donde no hay ninguna otra. Para su sorpresa, la apertura del negocio desata todo tipo de reacciones, mayoritariamente adversas, entre los habitantes del lugar, en especial cuando en su escaparate aparecen títulos punteros del momento, como “Lolita” de Nabokov o “Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. La tenacidad de la mujer representa una amenaza para los poderosos del pueblo, siempre pendientes de rumores y cotilleos.
Es una película sobre la pasión por la lectura y por la vida, sobre el coraje y el valor que, hace más de medio siglo, debía tener una mujer para enfrentarse a la puritana y muy conservadora sociedad británica, especialmente en el pequeño mundo de un pueblo alejado del progreso de la metrópoli.
“Leí la novela de Penelope Fitzgerald –ha escrito Isabel Coixet- hace casi diez años, durante un verano particularmente frío en las Islas Británicas. La lectura del libro fue una verdadera revelación para mí: me sentí completamente transportada a 1959 y realmente creía que era, en cierto modo, la ingenua, dulce e idealista Florence Green. De hecho, lo soy. Me siento profundamente conectada con este personaje, de una manera que nunca he sentido con los protagonistas de mis otras películas”