Millones de telespectadores pudieron contemplar el pasado sábado la ceremonia de la entrega de los Premios Goya otorgados a las películas que recibieron ese galardón en las diferentes categorías.
El evento era una fiesta llena de glamour, pasarela, foto-call y caras sonrientes conforme al guión establecido. Pero entre tanto parabién de cara a la galería, dos actores tuvieron la honestidad profesional de hablar de una realidad que nunca veremos en los fastos del gremio, pero que resulta tan real como la que se estaba contemplando en las pantallas: una realidad que dice, y fueron palabras textuales, que «solo el 8 % de la profesión» logra vivir de ese trabajo.
Nada que objetar por parte del que suscribe, en este caso actor desconocido además de periodista, que no pretende en modo alguno ir ni de verso suelto ni de mosca cojonera. Antes bien al contrario, deseo empezar felicitando a todos, actores, actrices, directores, guionistas, montadores, productores, documentalistas, animación, sonidistas, maquilladores, en fin, a todos los que se hicieron merecedores de tan preciado galardón, ese cabezón de Goya que de alguna manera les puede abrir las puertas de futuros trabajos.
Porque con eso es precisamente con lo que se encuentran la gran mayoría de la profesión a la hora de la verdad, con las puertas cerradas al intentar trabajar y vivir de esta maravillosa pero difícil profesión, ya que según el estudio llevado a cabo por AISGE (Artistas, Intérpretes, Sociedad de Gestión), de la que formo parte, “Del total de artistas españoles, solo el 8,17 % ingresan más de 12 000 euros anuales, superando los 30 000 solo el 2,15 %. El 57 % de nuestros intérpretes no consiguen empleo en el sector. De los actores y bailarines que sí trabajan (43 %), más de la mitad no supera los 3000 euros de ingresos anuales. Quienes logran alguna ocupación complementaria se dedican en su mayoría a la docencia, labores comerciales u hostelería; nada que ver con el gremio artístico…”.
Y es precisamente a esos desconocidos de la profesión, ellos y ellas, a los que deseo dedicar estas líneas en un momento en el que el cocido de los Premios Goya está todavía caliente, mientras los galardonados dan cuenta de la parte magra, ya que dentro de unos días no quedará ni rastro del festín o fiestón, que de todo hubo. Las aguas de este río Tiberíades por el que navega la profesión de actriz, actor, volverán a su cauce, y cientos, miles de ellos, ellas, esperarán a que suene el teléfono, porque tal vez mañana sea el comienzo de una nueva vida por la vía de la oportunidad.
Las mujeres de Lope
La casualidad ha querido que la rumbosa fiesta de los Premios Goya me pillara encima del escenario, dando vida al llamado Fénix de los Ingenios, a un Lope de Vega, interpretando, junto al grupo de teatro La Estrella, del que formo parte desde hace unos 23 años, la obra teatral Las mujeres de Lope, sobre un texto de Antonio Gala que escribiera en 1983 para un programa de Televisión Española. Y como nosotros, seguro que ese mismo día, y casi a la misma hora, lo hicieron cientos de grupos teatrales a lo largo y ancho de España, porque los susodichos premios, con todo su glamour, son una parte de la realidad, pero el respetable debe saber que esta profesión viene a ser, a fin de cuentas, una procesión que necesita de sus costaleros.
Va pues por todos ellos, por esos cientos, miles de actores, actrices desconocidos que posiblemente nunca pisen la alfombra roja, recorran la pasarela, se inmortalicen ante el foto-call o exhiban el modelito de turno que realce su figura. Tal vez los veamos en las rebajas de Primark, de Zara, pasando desapercibidos, como unos perfectos desconocidos. Pero en cada uno de ellos, ellas, seguirá latiendo un corazón entregado a una profesión de la que siguen esperando una oportunidad: la de poder vivir de lo que son, se sienten, y en ese sentido el gobierno podría hacer tanto, al menos un poco, en lo que no hacen nada. Si no lo quieren interpretar como arte, cultura, que al menos lo hagan como una industria que puede llegar a mover miles de puestos de trabajo.