Llega (o llegará tras las lluvias) el calor, y pese a las ausencias, advierto expectativas. No es una pose. Lo palpo.
La ilusión de los meses que quedan por delante, pese a la faena, es formidable, maravillosa.
Imagino, siempre, que hay una oportunidad para dar con aquellas claves que nos podrían hacer perpetuar una amistad sin condiciones, que es la auténtica, la verdadera. Ahora es un poco más.
Pienso que el verano a punto de aparecer meteorológicamente hablando, por su apertura calurosa de nuevos frentes objetivos y subjetivos, bien puede ser el momento para una mayor dicha. ¿Por qué no?
Hace falta que todo funcione desde la promesa de que mejore lo material y, fundamentalmente, lo intangible, así como su percepción. No olvidemos que los milagros existen, y que, por supuesto, los podemos provocar.