Las disculpas: un camino de doble circulación 

Muchas han sido las veces en las que me he referido a palabras y frases usadas de forma inadecuada, que por muy sencillas que pudieran ser, generan discusiones y desencuentros, como el caso del bendito vaso de agua que, por lo menos en Venezuela y quizás en otras naciones de habla hispana la consideran incorrecta, toda vez que «los vasos no están hechos de agua».

Con relación a este asunto siempre he sostenido que no hay incorrección al pedir un vaso de agua, pues la preposición de indica la cantidad del preciado líquido que cabe en vaso y no el material con que está construido el recipiente. El mismo criterio es aplicable a un plato de sopa, un ventilador de techo, una copa de vino, una cazuela de mariscos o una caja de pasapalos (pasaboca o entremeses), por ejemplo.

También he hablado de la palabra sendos y su correspondiente femenino, a la que se le da un significado diferente del que registran los diccionarios. El mencionado vocablo es empleado como sinónimo de grande, inmenso, o extraordinario, aun cuando es, palabras más, palabras menos, uno para cada cual o uno de cada cual.

No sé si ese vicio es exclusivo de Venezuela o si en algún otro país de la América hispana también ocurra lo mismo. Lo cierto del caso es que se ha vuelto casi indesarraigable, ante el cual siempre habrá algo que decir, aunque sea nadar contra la corriente. Lo otro cuestionable de sendos, es que quienes incurren en mal uso, son profesionales universitarios cuya ocupación habitual es la comunicación oral y escrita, como educadores, periodistas, locutores, abogados y especialistas en otras áreas, a los que sería impensable tacharles una impropiedad de esa naturaleza.

Y están las fulanas disculpas, que he perdido la cuenta de las ocasiones en las que le he dedicado tiempo y espacio para tratar de contribuir con la disipación de las dudas. No obstante, estas se mantienen, con base en la incertidumbre sobre si se debe pedir o dar disculpas.

Hace pocos días hablé del tema con un amigo que es educador y preocupado por el buen decir y mejor escribir, y le expuse mi punto de vista, que hoy mostraré en este artículo, con la finalidad y el deseo de que él y los seguidores de este trabajo de divulgación periodística puedan deshacerse de las dudas y convertirse en multiplicadores.

Mi amigo me señaló que tiene entendido que las disculpas se ofrecen o se dan, no se piden. De su criterio no tengo la menor duda en cuanto al origen, pues esa especie se ha arraigado en el habla cotidiana, favorecida por el inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, en los que se oye o se lee que la empresa o institución tal «ofrece disculpas por las molestar a causar».

Generalmente, eso ocurre con prestadoras de servicios públicos, como agua, electricidad, telefonía o Internet, que tratan de justificar la interrupción en el servicio, y no lo hacen por generosidad, sino porque el tiempo de ausencia de agua, electricidad, telefonía o Internet, siempre excede el previsto, por falta de recursos y otros factores, que las lleva a improvisar. Así es en Venezuela.

Cuando me preguntan si las disculpas se piden o se dan, mi respuesta es invariable: se piden y se dan; y si alguien insiste en señalar que solo se dan, sin titubeos le aclaro que las disculpas son un camino de doble circulación, tal como lo señala el catedrático mexicano Sandro Cohen: «El contexto y el sentido común establecen en qué dirección van y vienen las disculpas».

Si yo le causo una molestia a alguien, lo cortés y lo valiente es que le pida disculpas. Quien debe dar las disculpas es esa persona a la que he importunado. En todo caso, yo le daría las razones de mi comportamiento, para que ella sopese la posibilidad de darme lo que le he pedido. Y es que cuando alguien dice discúlpame, lo que quiere decir es que le quiten la culpa, tal como lo sugiere el prefijo de negación dis, que en ese contexto significa quítame la culpa.

A todas esas, es menester recalcar que las disculpas se piden y se dan. Depende de quién deba darlas y quién deba pedirlas. Las disculpas son básicamente un camino de doble circulación, y de eso no tengo dudas.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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