En octubre de 1893 el San Francisco Morning Call convocó un concurso de artículos descriptivos para menores de veinte años. Un joven Jack London (tenía entonces 17) se puso a escribir la experiencia que había vivido unos meses antes, cuando un tifón en las costas japonesas estuvo a punto de hacer naufragar la goleta ‘Sophia Suterland’ en la que se había enrolado como marinero.
Cuando se convocó el premio London trabajaba de día en una fábrica de yute en Oakland y dedicó dos noches enteras a escribir aquella historia. Su madre Flora Wellman lo mantuvo despierto a base de cafés muy cargados. Aquel relato ganó el primer premio del concurso y fue publicado por el periódico. El hecho de que estuviera dotado con una cantidad que superaba el salario mensual de London en la fábrica de yute le hizo pensar que tal vez pudiera ganarse la vida escribiendo. Aquella historia, “Relato de un tifón en la costa japonesa”, es la que inicia el primero de los tres volúmenes de los “Cuentos completos” de Jack London que ha comenzado a publicar la editorial Reino de Cordelia.
La aventura es la vida
Hijo de madre soltera abandonada (uno de los temas recurrentes en sus relatos), Jack London vivió una infancia muy pobre y tuvo que contribuir a la economía familiar trabajando desde los catorce años en oficios diversos: jardinero, recadero, limpiador de alfombras… En su adolescencia llegó a ser condenado por vagabundo, navegó en embarcaciones dedicadas a la pesca y al transporte de mercancías en el Pacífico y se hizo pescador de ostras y cazador de focas en el noroeste de Canadá, a donde llegó atraído por la fiebre del oro.
Todas esas experiencias las trasladó a sus novelas autobiográficas (“John Barleycon” y “Martin Eden”) y a sus relatos de ficción, sobre todo a sus cuentos. Autodidacta, lector asiduo desde niño en las bibliotecas públicas de San Francisco, London exploró nuevos territorios creativos mostrando un gran talento literario incluso en sus textos más comerciales. Su literatura puso los cimientos de lo que sería la Generación Perdida americana: Hemingway, Dos Passos, Faulkner, Steinbeck y Erskine Caldwell deben no poco a sus libros. Publicó en las revistas literarias de la época (Black Cat, Atlantic Monthly, Collier’s, McClure’s Magazine) y llegó a ser muy popular.
Murió en Glen Ellen el 16 de noviembre de 1916 a los 40 años. Nunca se supo si la causa de su muerte fue el suicidio o el tratamiento de morfina con la que combatía una dolorosa uremia que padecía desde que había contraído esta enfermedad durante un viaje a Tahití en el velero ‘Snark’, que había comprado con la intención de dar la vuelta al mundo. Dejó a medio hacer una novela, “Asesinatos, S.L”, que concluyó Robert L. Fish.
La literatura y la ideología
La literatura de Jack London es una de las más importantes del género de aventuras escritas en los años de tránsito entre los siglos XIX y XX. Se trata de una mezcla entre la ficción creada por su desbordante imaginación y la realidad de la experiencia de sus años de aventurero buscavidas, y por eso sus historias transmiten verosimilitud. Lo hace con una escritura sencilla con la que al mismo tiempo profundiza en la condición humana, en sus pasiones y en sus odios, a través de personajes que son, muchos de ellos, trasunto de los que conoció en su intensa vida.
Temas como el alcoholismo, la vejez, el trabajo infantil, las relaciones amorosas, el racismo, los avances científicos… y sobre todo el respeto por la ecología y la denuncia de los desastres provocados por el hombre en la naturaleza. Es esa conciencia ideológica la que otorga a su obra una dimensión que no alcanzan otros autores de libros de aventuras como Zane Grey, Edgar Rice Burroughs, James Oliver Curwood, incluso Salgari o Jules Verne. Sus ideas políticas no estaban sólo en la literatura (se identificaba además con el socialismo utópico) y a los dieciocho años participó en la marcha de desempleados que recorrió el camino de California a Washington. Julio Cortázar aseguró que el Che Guevara llevaba un libro de cuentos de Jack London en un bolsillo de su guerrera cuando desembarcó en Cuba con Fidel Castro. Algunos de sus libros (“El talón de hierro”) fueron quemados por los pirómanos nazis.
Sin embargo, en su madurez, algunos aspectos de su biografía contradicen aquel ideario de joven socialista romántico, como su oposición a la revolución de México, la defensa de los intereses de las petroleras norteamericanas desde sus artículos en el Collier’s Weekly del magnate William Hearst y su acercamiento a un cierto imperialismo ideológico. Su concepto de darwinismo social se identificaba con la supervivencia de los más fuertes y mejor dotados en la sociedad capitalista, de ahí su convencimiento de pertenecer a la casta de los triunfadores.
Los cuentos
Dada la gran dispersión de los cuentos de Jack London en multitud de revistas y libros, es muy loable el esfuerzo de Reino de Cordelia por publicarlos, traducidos por Susana Carral, respetando el orden cronológico (incluido el de 36 inéditos) de la edición original que tres investigadores de la Universidad de Stanford llevaron a cabo en 1993. Esta sucesión permite apreciar la evolución de la escritura de Jack London, la progresiva perfección de su estilo, la reiteración de sus temas y hasta la repetición de algunas historias: la de “Baño nocturno en la bahía de Edo”, de 1895, es la misma que “En la bahía de Edo”, de 1902. La edición se acompaña de fotografías, ilustraciones originales y dibujos capitulares de María Espejo en el comienzo de cada narración.
En esta primera entrega de los cuentos de Jack London están ya algunos de los temas obsesivos de su literatura: la fiebre del oro, la fatalidad, el ansia de riquezas, la violencia, la aventura en entornos hostiles, la supervivencia en condiciones extremas, el enfrentamiento a la injusticia social ejercida sobre los indígenas y las clases más desfavorecidas…
En estos cuentos el territorio preferido de London es el del desierto del Ártico, en el que ambiciosos buscadores de oro sacrifican su salud y hasta su vida en la búsqueda del polvo amarillo. La zona que cubre el paso de los ríos McKenzie, el Klondike y su afluente el Yukon, los campamentos del Fort Mile y Circle City, donde los hombres viven en cabañas de madera, se desplazan en trineos arrastrados por traíllas de perros y se enfrentan con fusiles a indios, inuits y esquimales armados con flechas y lanzas, es el universo en el que London sitúa a unos personajes que representan desde los más altos ideales a las pasiones más bajas. Hay también algunos relatos que recorren los territorios del amor (“Ensoñación”, “Un rincón común”, “Hasta la muerte”), el enredo (“El escarnio de Loren Ellery”), el enigma (“Los esbirros de Midas”, traducido por Borges) y hasta el feminismo (“La curiosa experiencia de un misógino”, “El Hijo del Lobo”, “El desprecio de las mujeres”).