Más de medio siglo después, el director francés Claude Lelouch recupera una de las más icónicas historias de amor de la historia del cine, la protagonizada por Anne y Jean-Louis (Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant), los personajes de la película “Un hombre y una mujer”, galardonada con el Oscar a la mejor película extranjera y al mejor guión en 1967 y con la Palma de Oro en el Festival de Cannes del mismo año.
La música –dabadabada, dabadabada- compuesta por Francis Lei, está inmortalizada para siempre en el imaginario de toda una generación.
Se conocieron hace mucho tiempo. Un hombre y una mujer cuya inesperada historia revolucionó nuestra forma de ver el amor. Hoy, el antiguo piloto de carreras (Jean-Louis Trintignant, “Amor”, “Tres colores: Rojo”), aparcado en una confortable residencia –“De día me aburro, de noche tengo pesadillas”- es un personaje fuera del tiempo que recita poemas de Verlaine y Boris Vian, y anda un poco perdido por los meandros de la memoria.
Ha olvidado muchas cosas pero no a Anne (Anouk Aimé, “La dolce vita”, “Lola”, “Ocho y media”), la mujer de la que estuvo locamente enamorado pero no supo conservar, y de la que habla a menudo.
Su hijo Antoine, que le visita con frecuencia, decide buscar a Anne: se encuentra con una mujer encantadora y en plena forma pese a los años transcurridos, y le pide que vaya a ver al anciano. Aunque él tiene dificultad para encontrarla entre sus recuerdos, Anne y Jean-Louis reanudan, mejor reinician, su historia.
Un seductor cara a cara entre dos grandes de la pantalla y un emocionante homenaje al séptimo arte, la película “Los años más bellos de una vida” estuvo precedida por “Un hombre y una mujer, veinte años ya” que, como su nombre indicaba, retomaba la pareja de Anne y Jean-Louis en 1986.
Ahora, jugando con el tiempo, la memoria y los fantasmas que engendra, Lelouch compone una serie de episodios que no se sabe bien si forman parte del sueño o de la realidad, y que dan como resultado una hermosa película con insertos de un pasado en blanco y negro que, entre otras cosas, nos devuelve aquella playa de Deauville en otoño que siempre quisimos pisar, y los rostros melancólicos de dos inmensos actores que atraviesan el tiempo y nos regalan un instante mágico en el que también nosotros vemos correr las décadas que nos separan del primer, inolvidable, amor.
Emocionante, tierna, imprevisible, una oda al amor con un toque de humor, la película se anuncia con una frase de Victor Hugo: “Los años más bellos de una vida son los que todavía no se han vivido”.