La exjueza Manuela Carmena y una activista antidesahucios, Ada Colau, tomaron este sábado las riendas de Madrid y Barcelona, llevando el espíritu del movimiento «indignado» apoyado por Podemos al mando de las principales ciudades españolas, informa Andes.
La nueva alcaldesa de Barcelona, Alda Colau, mira al presidente de la comunidad de Cataluña, Artur Mas, saludar a los concejales. ANDES/AFP«La gente común se merecía ganar y ésa ha sido una enorme conquista», dijo Colau, de 41 años, con la voz quebrada, después de aceptar convertirse en la primera alcaldesa de esta turística ciudad mediterránea de 1,6 millones de habitantes.
Pocas horas antes, la exjueza Carmena, de 71 años, hacía lo mismo con el apoyo de veintinueve ediles, veinte de su lista Ahora Madrid y nueve del partido socialista, que pusieron fin a 24 años de ayuntamientos conservadores en la capital de España.
Los aplausos y los gritos de «sí, se puede», lema «indignado» por excelencia, estallaron en el consistorio madrileño, donde estaba rebosante de alegría Pablo Iglesias, el líder de Podemos, que se integró en Ahora Madrid junto al movimiento del 15M y formaciones ecologistas y de izquierda alternativa.
Sus partidarios organizaron una fiesta en un parque de Madrid: «esta es una pequeña batalla ganada. La gente así nos mueve mucho, nos ilusiona», celebraba Concha Álvarez, trabajadora sanitaria de 47 años, uno de los colectivos más afectados por la austeridad aplicada durante la crisis.
En las elecciones del 24 de mayo, Carmena quedó segunda tras Esperanza Aguirre, histórica dirigente del Partido Popular, pero los socialistas del PSOE la apoyaron en nombre del «cambio» en esta villa impactada por la crisis y numerosos escándalos de corrupción.
«Estamos al servicio de los ciudadanos de Madrid, queremos gobernar escuchando, que nos llamen por nuestro nombre de pila, que nos tuteen», dijo Carmena en su discurso.
Aguirre le pidió responsabilidad y mantener las libertades que, según ella, están ahora amenazadas por el auge de la izquierda alternativa. «Somos el primer escaparate de nuestra nación», advirtió la líder conservadora.
Las primeras medidas de Carmena se dirigirán a los niños pobres, a quienes quiere garantizar dos comidas diarias, y las personas en riesgo de ser desahuciadas.
La exjueza, militante comunista en su juventud y defensora de los derechos humanos, hereda una ciudad de tres millones de habitantes, con un coqueto centro histórico pero donde escuecen las heridas de seis años de crisis y una tasa de desempleo del 16%.
Contra las desigualdades
Una situación similar ocurre en Barcelona, con casi un tercio de su población en riesgo de exclusión social y diferencias abismales entre sus barrios.
Colau fue investida por mayoría absoluta con 21 votos, once de su candidatura Barcelona en Común y diez de los socialistas y los independentistas de izquierdas, contra los diez obtenidos por el exalcalde Xavier Trias, nacionalista conservador.
«Estamos aquí para que nunca más haya ciudadanos de primera y de segunda, para que haya igualdad de trato para todos, sin ningún privilegio, sin ninguna excepción», advirtió la alcaldesa, líder de una lista formada por activistas y partidos izquierdistas como Podemos.
Su elección fue celebrada en el interior del ayuntamiento, donde estaban invitadas numerosas entidades sociales de lucha contra la pobreza, pero también en la plaza Sant Jaume, enfrente del edificio, repleta de miles de partidarios de Colau con pancartas reivindicativas, confeti y muchas ganas de aplaudir.
Sin embargo, gobernar no será tarea fácil para Colau, con solo once ediles de 41. Para aplicar sus medidas deberá pactarlas con al menos tres de los siete partidos representados.
Pactos «excéntricos y sectarios»
Desde estilos diferentes, Colau más contundente y Carmena más comedida, abordan los mismos temas: frenar desahucios, mitigar la pobreza, acabar con la corrupción y fomentar la participación ciudadana en las instituciones.
Listas con postulados similares dirigirán Valencia, un histórico feudo conservador plagado de escándalos de corrupción, Sevilla y Zaragoza, las otras grandes ciudades españolas después de Madrid y Barcelona, infligiendo un duro golpe al PP del jefe de gobierno Mariano Rajoy.
Su partido perdió diez puntos en los últimos comicios y se verá desbancado en varias de las 14 regiones que renovaron sus parlamentos por pactos de izquierdas que él calificó de «excéntricos y sectarios».
El varapalo forzó a Rajoy a prometer cambios en el gobierno y el partido con el objetivo de mantener su mayoría en las legislativas de noviembre.
Mientras, Podemos y sus aliados, ascendidos a tercera fuerza nacional, empezarán a demostrar desde las instituciones sus políticas con la esperanza de conquistar el gobierno central.